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viernes, 5 de octubre de 2012

BOSÉ EN `TU ROSTRO MAÑANA´

Ya os he comentado alguna vez mi fascinación por la obra de Javier Marías y, muy especialmente, por su trilogía Tu rostro mañana, en cuya tercera parte habito ahora: es una sensación reconfortante, como si fuera un cobertor en el que me acurruco, un cobijo de palabras y reflexiones que me entonan el espíritu -y un placer que he estado aplazando a propósito, pues las dos primeras partes las he leído dos veces cada una-.
Pues bien, uno de los aspectos que más gusta Marías de analizar es lo que él llama el horror narrativo, el miedo que puede tener cualquiera a que su historia personal -como si se tratara de una novela- se tuerza en un momento dado y ya sea solo recordada por un final o una deriva poco noble y no adecuada al conjunto. En concreto hay un cantante imaginario en el libro, Dick Dearlove, aquejado sobremanera de ese miedo que nos afecta a casi todos. También se habla de Jayne Mansfield, la actriz pechugona de final atroz -con la cabeza rodando en una carretera- o John F. Kennedy como ejemplos de personas notorias cuyo desenlace se impuso a todo lo demás -yo, a otro nivel, pienso en nuestra actriz Luisa Sala, ya no se habla de ella pero seguro que algunos la recordaréis, hizo mucha televisión: y tuvo la mala fortuna de morir atragantada por un hueso de pollo-.
Luisa Sala

La confianza, la traición, son quizá los ejes en torno a los cuales gira sobre todo Tu rostro mañana. Porque una modalidad de este horror narrativo es el pararte a pensar cómo será la faz de tu amigo, de tu amante, en un mañana en el que no está en absoluto asegurado ni su amor ni su lealtad a nosotros: hay miles de ejemplos en torno a ello, si nos paramos a pensar en esas luchas encarnizadas entre parejas que antaño se adoraron o creyeron hacerlo. Y trasladado eso al plano Dick Dearlove, es decir, al de los artistas, quién te garantiza que tu ídolo no vaya a hacer o a representar en un futuro justo lo que a ti te reviente más, habida cuenta de que no son solo ellos los que van cambiando, sino nosotros.

El síndrome de Dick Dearlove

Esta noche volvía Miguel Bosé al Palacio de los Deportes de Madrid, en la presentación capitalina de su gira Papitwo. Tiempo atrás yo hubiera estado nervioso esperando que llegara el magno momento de su aparición en escena. Ahora, ni me he molestado en adquirir un boleto. Tuve bastante el otro día con la lectura de su última entrevista para El País Semanal, donde realizó un  despliegue de soberbia tal que me dejó anonadado. ¿Qué queda del cantante al que tanto quise, del que debutó en televisión en mis últimos años de colegio, del que siempre sonreía, del que irradiaba modernidad, de mi héroe a seguir, del inquieto, inconformista y a pesar de todo humilde artista?

¿Tanto daño le hizo el bulo sobre su supuesto sida en los años 90? ¿Se debe a eso su arrogancia, su desprecio monumental a tantos periodistas? Porque cabría recordarle que en general la profesión se ha portado siempre maravillosamente con él, pocos personajes tan respetados y admirados y reflejados en las últimas décadas españolas. ¿Por qué se cree ahora tan trascendente, ahora precisamente que no hace sino vivir de las rentas?  ¿A qué viene tanto rencor, si debería estar agradecido, al público, a la prensa, a la vida, a su familia?

Curiosamente, el nivel de exigencia musical de sus producciones comenzó a retroceder con aquel desafortunado Sereno (2001), coincidiendo con el momento de eclosión absoluta del movimiento LGBT en España. O acaso es que perdió el norte, condicionado por las circunstancias. Poco antes, había tenido la oportunidad de hablar de una vez sin tapujos para la portada del número cero de la revista Zero, ocasión que por supuesto no aprovechó como después harían otros, y en la que volvió a sus en su momento atrevidos pero ya gastados y cansinos argumentos de ambigüedades -y pensar que en 1978 tuvo el coraje de decir para la Super Pop que le daba igual que le llamaran homosexual, nunca ningún cantante español había dicho eso hasta entonces-.
Pero veinte años después, ¿cómo iba a seguir estando en vanguardia de nada, en un momento en que tantos seguidores gays suyos daban la cara, la venían dando ya durante años, en la familia, en el trabajo, en todos los órdenes, mientras él seguía jugando a la gallinita ciega? A pesar del arrollador éxito de Papito -que no fue sino nostalgia, algo de lo que él siempre había huido- Bosé nunca volvió a recuperar el pulso musical -y lo que es peor, su propio pulso narrativo, la imagen que proyectaba de avance y desenfado-, y se dio además sonoros trastazos -esa Velvetina grandilocuente-, si bien Cardio fue un más que digno intento, pero que le llegó ya con el tempo cambiado.

Y es que la cara, y la música, son el espejo del alma.

Y hoy que Bosé vuelve a actuar en Madrid recuerdo mohíno esas tantísimas otras veces que he acudido a verle infatuado, y compruebo que de eso solo queda el recuerdo, porque ni curiosidad he tenido aún de escuchar este Papitwo, a pesar de que soy -lo sabéis- un fan de lo más leal con mis ídolos. Pero tanta soberbia y empecinamiento me han hecho, finalmente, desistir.

Ya he visto tu rostro mañana, Miguel, y no lo he reconocido.

sábado, 18 de agosto de 2012

WE DIED AT SUCH A PLACE

-¿Qué es lo que no puede ser, Emilia?
-No puede ser que Matilda se haya muerto.
(...)
-Desgraciadamente sí se ha muerto, Emilia. Entiendo lo que quieres decir: que parece imposible. A mí también me parece imposible a veces. Pero se ha muerto.
-Pero decían que no...
-¿Quién decía que no?
-Los curas, la Iglesia. Siempre se ha dicho eso, que la muerte... no es lo que parece. Parece que todo se acaba pero no es verdad, dicen. La resurrección, se habla de la resurrección, ¿no?
-¿Tú crees en la resurrección?
-¿Yo? ¿Qué más da lo que yo crea? Digo lo que dicen. Si Jesucristo resucitó, también los demás, también Matilda. Explícame la resurrección. Porque no puede ser que Matilda se haya muerto del todo...

Ordet -La palabra-, de Carl Theodor Dreyer
Hablar sobre la vigencia de la resurrección no es algo que se suela hacer hoy en día, aunque los personajes de Álvaro Pombo incurran en ello con frecuencia. A mí me fascina, cuando aparece esta temática en sus novelas... no sólo en La fortuna de Matilda Turpin -de donde está extraído el diálogo de arriba-, en El temblor del héroe dos de los protagonistas se enzarzan en una conversación apasionante sobre la Suma Teológica de Santo Tomás de Aquino...

Es por la noche. Es de noche. Es la noche noctámbula que abre la conciencia del noctámbulo y que, a la vez, la cierra y la comprime. Es ahora el entrecejo de la noche, lo malo de lo noche. Pasadas ya las doce, más allá del bien y del mal. Y hay en Madrid, en otoño, un aire deseante, un dios deseante que no satisface ningún deseo de satisfacción. Un dios que es cruel y que oprime la conciencia hasta convertirla en una nada, en una insignificante conciencia del deshonor y de la culpa.

Una novela durísima, esta última de Pombo, en la que se cuela el mismísimo Diablo -un `sin por qué´, un jeta para el que no cuentan los demás- en forma de profesor jubilado que se desliza en skateboard por las calles. Absorbente y soberbia, como todas las suyas, y profundamente moral. El escritor sigue indagando a la busca de una ética actual que no deseche sin más nuestro legado cultural y filosófico... y lo hace, además de con hondura, con gracia y con su inconfundible estilo -ahora estoy enfrascado en Virginia o el interior del mundo, que es alucinante sin más, leo a Pombo sin parar, no puedo parar, no puedo parar, como Santiago Segura cuando el anuncio de la Schweppes, jajaj..-.

¿QUÉ SE HIZO DEL JUICIO FINAL?

El caso es que Pombo no es el único autor contemporáneo que se preocupa por el devenir de las grandes creencias cristianas, como pueda ser la resurrección o... el Día del Juicio Final. Porque parece que ya ni el Papa ni -creo yo- los obispos suelen hacer mención del mismo, como si se hubiera diluido su importancia -aunque nadie lo haya puesto en entredicho tampoco, que yo sepa-. Ya sabéis, es el Día en que toda la Humanidad, todos los hombres y mujeres y niñas y niños y ancianos serán juzgados por sus obras, no sé si precedidos de un son de trompetas o por los jinetes del apocalipsis... el día en que todas las injusticias serán reparadas y las buenas obras eternamente recompensadas.

Sobre ello escribe Javier Marías unas páginas magistrales en la segunda parte de su trilogía Tu rostro mañana, la denominada Baile y sueño. Para ello utiliza como estribillo el We died at such a place shakesperiano, fabulando cómo los distintos finados defienden su causa ante el Altísimo, Morimos en tal sitio, comienzan exponiendo, para luego desarrollar su historia personal intercalada con disculpas, ruegos, medias verdades y suposiciones -del rostro del Hacedor ante semejante e interminable despliegue ya se hizo una idea Miguel Ángel en la colosal creación que hizo para la Capilla Sixtina-.
La conclusión de Marías es que, a pesar de lo sobrecogedor y tremendo de tamaño juicio, había algo en tal creencia que consolaba a todos, no sólo el sentido de justicia, sino la sensación de que nuestras vidas eran así trascendentes, contempladas, mesuradas.

Esa ensoñación narcisista de tantos contemporáneos, llamada a veces "conciencia", tal vez no sea sino un sucedáneo de la antigua idea o vago sentido de la omnipresencia de Dios, que con su ojo vigilaba y estaba atento a cada segundo de la vida de cada uno, era muy halagador en el fondo, y un alivio pese a las contrapartidas, es decir, al elemento implícito de amenaza y castigo y a la aterradora creencia de que nunca era nada ocultable del todo a todos y para siempre; sea como sea, tres o cuatro generaciones de duda o incredulidad dominantes no bastan para que el hombre acepte que su trabajosa y no solicitada existencia transcurre sin que nadie asista ni la contemple ni se asome jamás a ella; sin que nadie la juzgue ni la desapruebe.

Quizá por eso se acude a los programas de televisión aireando intimidades, o se vocea hablando por el móvil en los vagones de tren, o pasamos el tiempo maquillándonos en las redes sociales, o se escribe -tan bien como Javier Marías, que yo percibo como una conciencia que me acuna, y al leer sus libros siento como si me arrojara en sus brazos para que me arrope su pensamiento, sus reflexiones, es una experiencia sensorial-, para dejar impreso en un universo inaprehensible en el que las ideas de Resurrección y de Juicio Final se han volatilizado, algún chispazo, por ínfimo y superfluo que sea, de la esencia que nos hierve por dentro, y que antes llamaban espíritu, o alma. Para decir que somos yo y que nos pasan cosas -y en este sentido esta mañana he tenido un claro ejemplo, en una sala de espera una señora se ha pasado dos horas enteras hablando, hemos sabido lo que ha desayunado, detalles sobre toda su prole, preferencias, manías.. como si temiera que alguien la fuera a desenchufar como al Hal 9000 de 2001... y le corriera prisa dejar constancia de su travesía mortal-.



lunes, 16 de abril de 2012

THE ELEPHANT MAN

En mi ignorancia ni siquiera sabía que hoy en día se cazaran elefantes. Sólo los he visto en los zoos, y me han producido un sentimiento de ternura y de desgarro tal que tendría que nacer de nuevo para atisbar algún motivo por el que alguien pudiera querer cargarse a un ser de esa especie por deporte. ¡Pero si nos ponen en comunicación con nuestro pasado más remoto! Con sus andares, su parsimonia plúmbea, con el mirar de sus ojos escalofriantes que nos succiona hasta remontarnos a un punto ignoto de la conciencia.

(Recuerdo ahora a Javier Marías cuando habla del horror narrativo, el que acomete a personas célebres cuando comprueban que su brillante currículo queda reducido a una anécdota aparatosa que borra todo lo demás.)

Quisiera haber escrito una entrada en clave irónica, pero no me ha salido. Quizá porque está lloviendo sobre mojado, en la semana en que el niño Froilán se dispara con una escopeta al pie y su abuela dice que "estas cosas pasan con los niños". Claro que qué vamos a esperar que diga quien se despachó a gusto sobre las uniones y cabalgatas gays en lo que fue un auténtico desafío institucional: admito que Ana Botella o quien sea emita su opinión sobre todo tipo de asuntos sociales, porque representa a un sector determinado que tiene el derecho y el deber de expresarla.
Pero esta señora, no: resulta que tantas madres y mujeres de su edad han hecho el esfuerzo de adaptar su mentalidad a los nuevos tiempos, por amor a sus hijos, por evolución personal, y tiene que venir ella a decir esas cosas tan rancias, sobre todo en boca de alguien que tantas posibilidades ha tenido de conocer y de comprender.
Desde entonces creo que se rompió algo -dijeron las malas lenguas si no lo habría hecho a propósito por el odio que supuestamente profesa a su marido-, se comenzaron a bajar escalones hasta llegar a las supuestas mangancias del yerno, de las que probablemente no conoceremos nunca ni la mitad, y cuyo daño jamás será reparado. Eso sí, a su mujer le faltó tiempo para quejarse de que los periodistas no les dejaban llevar una vida normal. Esa vida de normalidad en la que quienes todo tienen se enfangan para alcanzar todavía más, los abuelos se van a cazar elefantes a Botswana y los nietos se disparan escopetas en el pie.

((La viñeta de apertura es del gran Eneko para 20 Minutos)).

sábado, 9 de abril de 2011

MIS REGOCIJADOS AMIGOS





«¡Adiós, gracias; adiós, donaires; adiós, regocijados amigos; que yo me voy muriendo, y deseando veros presto contentos en la otra vida!».

Miguel de Cervantes, Los trabajos de Persiles y Sigismunda.

Estoy releyendo Tu rostro mañana, de Javier Marías, la novela que me dio a conocer esta cita emocionante de Cervantes -y que yo en su momento relacioné con la muerte de mi gata Bolita-, porque ¿cabe despedirse del mundo con mayor alegría que la que expresan esas palabras? Sin esperar juicios finales, ni venganzas, ni vacío: sólo el deseo de una cita, todos regocijados, en el más allá.
La despedida a los amigos... cómo me ha emocionado el artículo que ha escrito hoy Cayetana Guillén Cuervo en El Mundo...


... y la despedida de la vida que pasa hermosa ante nuestros ojos, esa cabriola efímera, llena de belleza y de dolor.. que tan bien se atisba en Chico & Rita, la preciosa película de Fernando Trueba y Javier Mariscal.

Y hablando de Trueba, llevo unos días sin quitarme de la cabeza la canción que fue bandera de su película Sal gorda (1984), Entra en mi cuerpo y sal de mi vida, compuesta por Nacho Cano y cantada por Zanna.

ENTRA EN MI CUERPO, SAL DE MI VIDA / ZANNA (De la película Sal gorda)


Tú me haces disfrutar, entra en mi cuerpo ya... no me paras de engañar, sal de mi vida ya...



Relaciono el estreno de esa película, que vi en un cine de la calle Fuencarral, también con las gracias, donaires
-qué palabra, donaire: Antonio Giménez Rico dice que es la que define a Imperio Argentina, y no puedo estar más de acuerdo- o regocijos. Al salir de la sala recuerdo que me sentí dichoso, arropado por la ciudad que amaba -que para mí era la más interesante y moderna del planeta Tierra, donde más y mejores cosas sucedían- y partícipe de ella; fue como si me hubiera puesto los cascos y sintiera que todos los madrileños se movían al sonsonete de la canción de Zanna.

ADIÓS, OCHO Y MEDIO


Por lo demás, estoy que vivo sin vivir en mí y tan alta vida espero... que muero porque no muero: tras el primer aplazamiento del concierto de La Prohibida, Mugre -con Algora- y Carrero Bianco en Ocho y Medio -llegué a suspender un viaje para verlo- ahora nos llega la noticia de que se cancela el segundo, ya que la sala en cuestión se ve obligada a cerrar sus puertas por la voracidad de una conocidísima cadena de ropa que se ha propuesto acaparar toda la Gran Vía y sus aledaños.
¿Por qué no compran de una vez la calle entera? Porque estos asesinatos dosificados -Madrid Rock, Pasapoga, los cines más representativos, ahora Ocho y Medio-.. son deprimentes...

Y más muy pronto, mis regocijados amigos. Que yo estoy deseando veros presto contentos; en esta otra vida, la virtual.

martes, 7 de septiembre de 2010

DECLARACIÓN DE AMOR



-Cuando mueras yo te lloraré de veras. Yo me acercaré hasta tu rostro transfigurado para besarte con desesperación los labios en un último esfuerzo, lleno de presunción y de fe, por devolverte al mundo que te habrá relegado. Yo me sentiré herido en mi propia vida, y consideraré mi historia partida en dos por ese momento tuyo definitivo. Yo cerraré tus reacios y sorprendidos ojos con mano amiga, y velaré tu cadáver emblanquecido y mutante durante toda la noche y la inútil aurora que no te habrá conocido. Yo retiraré tu almohada, yo tus sábanas humedecidas. Yo, incapaz de concebir la existencia sin tu presencia diaria, querré seguir sin dilación tus pasos al contemplarte exánime. Yo iré a visitar tu tumba, y te hablaré sin testigos en lo alto del cementerio tras haber ascendido por la pendiente y haberte mirado con amor y fatiga a través de la piedra inscrita. Yo veré anticipada en la tuya mi propia muerte, yo veré mi retrato y entonces, al reconocerme en tus facciones rígidas, dejaré de creer en la autenticidad de tu expiración por dar ésta cuerpo y verosimilitud a la mía. Pues nadie está capacitado para imaginarse la muerte propia.

(De El hombre sentimental, Javier Marías -1986-)

-El cuadro es Man reading, de Kaidi Dunstan.

lunes, 17 de agosto de 2009

MARIN MARIE





Marin, tu chériras toujours la mer...





Pintor marino, escritor, navegante, Marin Marie (1901-1987) fue un artista francés enamorado de los barcos -las catedrales de vela, como él las llamaba- y la mar, que acabo de descubrir y al que se rinde homenaje estos días en Saint-Malo, uno de sus lugares fetiche, con una atractiva exposición que agrupa lo mejor de su obra.

Sus cuadros son a menudo impresionantes... y me ha hecho mucha gracia que se enrolara, de jovencito, en el Pourquoi-pas?, un barco con nombre de bar de ambiente.





El resto son fotos de estos días de asueto, para continuar con la serie que en verdad no sé cuándo acabará, porque le estoy cogiendo el gusto. ¡Ah, queridos, pues no os queda nada! Algunas son aún de Saint-Malo, y otras de Belle-Île en Mer; y al Corto Maltés lo he pillado en Brest. La tumba es la de Chateaubriand.











((Adjunto un artículo de Javier Marías sobre la comedia en el cine, El género abandonado, publicado el sábado en El País. Me ha parecido muy interesante.))

martes, 31 de marzo de 2009

SORPRENDENTES COMIENZOS DE NOVELAS


It is a truth universally acknowledged, that a single man in possession of a good fortune, must be in want of a wife.


Es una verdad universalmente reconocida que un hombre soltero en posesión de una gran fortuna necesita una esposa.

Pride and Prejudice (1813), Jane Austen.


El año de mis noventa años quise regalarme una noche de amor loco con una adolescente virgen. Me acordé de Rosa Cabarcas, la dueña de una casa clandestina que solía avisar a sus buenos clientes cuando tenía una novedad disponible. Nunca sucumbí a ésa ni a ninguna de sus muchas tentaciones obscenas, pero ella no creía en la pureza de mis principios. También la moral es un asunto de tiempo, decía, con una sonrisa maligna, ya lo verás.

Memoria de mis putas tristes (2004), Gabriel García Márquez.


No he querido saber, pero he sabido que una de las niñas, cuando ya no era niña y no hacía mucho que había regresado de su viaje de bodas, entró en el cuarto de baño, se puso frente al espejo, se abrió la blusa, se quitó el sostén y se buscó el corazón con la punta de la pistola de su propio padre, que estaba en el comedor con parte de la familia y tres invitados. Cuando se oyó la detonación, unos cinco minutos después de que la niña hubiera abandonado la mesa, el padre no se levantó en seguida, sino que se quedó durante algunos segundos paralizado con la boca llena, sin atreverse a masticar ni a tragar ni menos aún a devolver el bocado al plato; y cuando por fin se alzó y corrió hacia el cuarto de baño, los que lo siguieron vieron cómo mientras descubría el cuerpo ensangrentado de su hija y se echaba las manos a la cabeza iba pasando el bocado de carne de un lado a otro de la boca, sin saber todavía qué hacer con él.

Corazón tan blanco (1992), Javier Marías.

Me fijo mucho en el comienzo y en el final de las novelas. De los primeros me entusiasma cómo los buenos escritores nos sumergen, con apenas unas palabras, en la lógica del mundo en el que ya nos arrinconan a placer, hipnotizados y gustosos.
Me vinieron a la cabeza estos tres estupendos comienzos, cada uno en su estilo: los tres autores bien conocidos y apreciados, los varones vivitos y coleando y ella para siempre la gran dama de la literatura británica, que combinó con maestra precisión el romanticismo, la ironía liberadora y el sentido práctico de la vida.

domingo, 14 de octubre de 2007

TRES ESCRITORES ESPAÑOLES

Los tres publican novela nueva, los tres me interesan, y los tres son la prueba de que hay una narrativa española contemporánea diversa, potente y creíble. Hablamos un poco de ellos. Orden estrictamente alfabético.

RAFAEL CHIRBES, EL HOMBRE SENTIMENTAL

A mí me enternece este escritor que es discreto y humilde, a pesar de la calidad de la obra que va articulando y del reconocimiento de tantos lectores a su valía, aquí y en otros países como Alemania. Su trilogía de la evolución de la sociedad española desde el desarrollismo hasta hoy -La larga marcha, La caída de Madrid, Los viejos amigos- parece que se amplía ahora a tetralogía con su nuevo libro, Crematorio -un título muy lógico si tenemos en cuenta que es lo único que puede ya quedar tras la desolación de Los viejos amigos, que para mí trata en realidad del miedo a la muerte-.
Chirbes realiza retratos corales, al modo de La colmena, pero con corazón; no desde arriba y majestuosamente, sin piedad por sus personajes o diseccionándolos como haría un entomólogo, sino absolutamente implicado y dolido, y si bien toma partido claramente por un modelo de sociedad que no se ha conseguido -la traición, la renuncia o el fracaso son temas clave en su obra- ello no conlleva sectarismo en la configuración y evolución de sus personajes, que discurren libres, porque él conoce las ambivalencias inherentes a toda persona.


Por mi parte, si tuviera que elegir una novela contemporánea ambientada en Madrid, elegiría sin duda La larga marcha -aunque transcurre en distintos escenarios-, mi novela favorita de Chirbes, de la que recuerdo con especial cariño el personaje de José Luis, que protagoniza párrafos delicadísimos, y gracias al cual nos podemos hacer una idea de lo que serían las vivencias, afanes y miedos de un joven homosexual en los años sesenta.

BELÉN GOPEGUI, DESDE LA TRINCHERA

Ella no es una escritora al uso, porque lo que más le interesa -o al menos da esa impresión- es la filosofía, y dentro de ella la filosofía política. Alguna vez la he oído decir que quizá cambie de instrumento, que no está segura de que una novela sea lo más eficaz en este momento -de hecho, cada vez escribe más guiones para cine-. Porque Belén Gopegui, a pesar de su procedencia social acomodada, o quizá precisamente por eso, es disidente, milita contra el modelo político y económico que tenemos y que se tiene ya prácticamente en todo el mundo, contra el hecho de que alguien tenga que trabajar para otro alguien, y siendo esa lucha su prioridad las novelas se las plantea como vehículos para hacernos llegar sus ideas.
Eso no quiere decir, ni mucho menos, que descuide la escritura, ni la trama ni la poesía.
Partiendo de premisas muy interesantes -por ejemplo, alguien pide a sus dos mejores amigos un millón de pesetas, y luego no puede o no quiere devolverlo-La conquista del aire-; un grupo de amigos deposita sus esperanzas en la formación de un grupo de teatro que representa, a domicilio, los sueños o fantasmas de sus clientes -Tocarnos la cara-; con el trasfondo del referéndum de la OTAN, seguimos las peripecias laborales de un joven trepa -recuerdo especialmente el bello personaje de su hermana-, comentadas por un peculiar coro como salido de una tragedia griega, que pondrá el oportuno contrapunto a cada paso -Lo real-.
Ahora, Gopegui vuelve con El padre de Blancanieves, donde, dicen las reseñas, la vida de una profesora de instituto cambia radicalmente a partir del retraso en el envío de una compra del supermercado, y la posterior queja interpuesta. Seguro que será interesante porque esta escritora guerrillera, absolutamente a contra corriente, es muy estricta y meticulosa, y nos hace reflexionar sobre las relaciones basadas en el poder, sobre nuestros vínculos más cotidianos observados desde otro prisma, porque para ella lo individual no existe si no es a través del sentido que le confiere lo colectivo.

JAVIER MARÍAS, CLÁSICO Y MODERNO

Realmente es difícil escribir sobre él, tantas cosas se han dicho ya. Con respecto a su pose o actitud, que tanto le reprochan sus enemigos, os diré que a mí me encanta, hay quien puede permitirse ser petulante o engreído y quien no, y él desde luego forma parte del primer grupo.
Y sobre sus novelas, pues... se cuentan entre las que más me han hecho disfrutar en los últimos años, las pocas que he leído, porque realmente sólo conozco Corazón tan blanco y las dos primeras partes de Tu rostro mañana, aparte de sus artículos de prensa -bien mirado, esto es un privilegio, porque me queda mucho por conocer-.
Aunque él es muy siglo XX en su tipo de erudición y en su rechazo a las nuevas tecnologías, su escritura me parece totalmente contemporánea, a diferencia de esos escritores y escritoras que triunfan hoy con un concepto de la novela decimonónico y extemporáneo, como si fuera posible mejorar Madame Bovary o Anna Karenina o En busca del tiempo perdido.

Las obras de Marías me parecen, sin embargo, vanguardistas y clásicas a un tiempo, como sólo puede permitirse quien posee un sólido conocimiento y una gran inquietud y curiosidad. Giran en torno a conceptos como el olvido, el remordimiento... y la trama, además, puede ser temporalmente apartada para dejar que irrumpa una disquisición, o una investigación histórica real, o un pensamiento que abarca varios capítulos y aunque en la acción propiamente dicha no acontezca nada a nosotros nos puede parecer que ha pasado una vida, repleta eso sí, de ideas y de imágenes, algunas de ellas tan vigorosas que parecen tarantinianas -ese episodio de la discoteca en la segunda parte de Tu rostro... con un individuo bastante cretino amenazado, su cabeza en la taza del váter, y la espada que un enigmático e implacable agente británico hace pender sobre su cabeza..., y mientras, en el club, la señora madura y obsesionada con su atractivo físico pensando si ese día también se encontraba seductora y hasta cuándo iba a resultar eso posible.


Vista, por otro lado, su merecida y extraordinaria repercusión internacional, no me extrañaría, y lo llevo diciendo bastante tiempo, que Javier Marías fuera, en unos años, nuestro próximo Premio Nobel, aunque a mí eso me dé bastante igual. Estos días publica la tercera y última parte de Tu rostro mañana.

AMIGOS DE LARGO RECORRIDO.((Cumplen años Román, viejo amigo y confidente de Ciudad Chanante, y Dominik, a quien conocí con quince y ha entrado ya en los cuarenta, en la Alemania que empecé a querer gracias a él. Y me envía desde la región murciana Juan -cómplice desde la Facultad-, un sobre enorme con sus artículos y entrevistas, que me encantan. Y el jueves salí por ahí con mi Luismi, amiguito y vecino en la época EGB, a quien recuperé hace poco después de un intervalo enorme, y con quien me siento feliz, nada más por el hecho de verle y de estar con él)).