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viernes, 23 de noviembre de 2012

LA SABINA SE LLEVÓ A BORAU



LA SABINA, una película de José Luis Borau de 1979

Una de mis películas favoritas de Ángela Molina, que nunca estuvo más bella... con el actor inglés Jon Finch -de moda entonces-, rodada en la provincia de Málaga. Una actualización del mito de la diosa que devora hombres en una cueva.. una película personalísima que nadie ha reivindicado nunca, y que no se ha editado en ningún tipo de formato. De hecho, me las he visto canutas para encontrar estas fotos, que he encontrado en el blog Centauros de la pantalla. Parece que se castiga lo no trillado...


En recuerdo del cineasta José Luis Borau... que nos dio otros momentos inolvidables en la gran pantalla, como el papelón para Lola Gaos en Furtivos (1975) o el placer de ver y escuchar cantar por última vez en el cine a Imperio Argentina en Tata mía (1986)...

jueves, 11 de octubre de 2012

ESTRELLA MORENTE, OLE CATAPÚN

 
 
Estoy ilusionado con el disco nuevo de Estrella Morente, que espero escuchar con tranquilidad este fin de semana. De momento, lo que he oído, el Le di a la caza alcance, poema de San Juan de la Cruz musicado por Michael Nyman, me ha parecido hermoso, y muy peculiar.

Tras de un amoroso lance

Tras de un amoroso lance,             Presentación de Autorretrato
y no de esperanza falto,
volé tan alto, tan alto,
que le di a la caza alcance.

 Para que yo alcance diese
a aqueste lance divino,
tanto volar me convino
que de vista me perdiese;
y, con todo, en este trance
en el vuelo quedé falto;
mas el amor fue tan alto,
que le di a la caza alcance.


Fotos de Fernando Alvarado
Cuanto más alto subía
deslumbróseme la vista,
y la más fuerte conquista
en oscuro se hacía;
mas, por ser de amor el lance
di un ciego y oscuro salto,
y fui tan alto, tan alto,
que le di a la caza alcance.
 Cuanto más alto llegaba
de este lance tan subido,
tanto más bajo y rendido
y abatido me hallaba;
dije: ¡No habrá quien alcance!
y abatíme tanto, tanto,
que fui tan alto, tan alto,
que le di a la caza alcance.


Por una extraña manera
mil vuelos pasé de un vuelo,
porque esperanza del cielo
tanto alcanza cuanto espera;
esperé solo este lance,
y en esperar no fui falto,
pues fui tan alto, tan alto,
que le di a la caza alcance.
      San Juan de la Cruz


Una heroína griega
Aparte del arte, no tenemos ninguna cantante hoy con esa presencia física, pues su efigie es como de heroína griega, una sensación que se refuerza por las  características de este regreso épico tras la muerte de su padre en circunstancias que la familia considera más que dudosas.

Imperio Castañuela...
Y si habéis visto el vídeo, convendréis conmigo -parte final, con el Paco, Paco, Paco- en lo bien que toca las castañuelas este lujo de cantaora con la que tenemos la suerte de contar. Y eso me recuerda a la artista que mejor ha tocado nunca unas castañuelas: Imperio Argentina.. no tenéis más que visionar su Ole catapún -de la película Goyescas (Benito Perojo, 1942) o Los piconeros, en Carmen la de Triana (Florián Rey, 1938)...

Y de esa misma película no me resisto a despedir la entrada con una de mis escenas favoritas del cine musical de todos los tiempos: las Carceleras del Puerto, en la voz y el donaire de Imperio Argentina. Ella está insuperable, y el rostro de Manuel Luna, con esa tristeza tan pura, es un poema. ¡Que no os pase ná, cataclismos!

 
CARCELERAS DEL PUERTO / IMPERIO ARGENTINA (Escena de Carmen la de Triana)

Mejor quisiera estar muerto,
mejor quisiera estar muerto,
que verme pa toa la vía
en este penal del Puerto,
Puerto de..., Puerto de Santa María

Centinela, centinela,
tú has tenío la culpita
que pase la noche en vela,
que pase la noche en vela.

¿Adónde irá ese barquito
que cruza la mar serena?
Unos dicen que a Almería
y otros que pa Cartagena
y otros que pa Cartagena.

¡Ay, ay, ay! A¡y, ay, ay!
Barquito de vela que viene de Cai,
que viene de Cai de aquella bahía,
que viene de Cai de aquella bahía,
y no llega al Puerto, y no llega al Puerto,
Puerto de..., ¡Puerto de Santa María!

miércoles, 2 de mayo de 2012

`EL BAILARÍN Y EL TRABAJADOR´, UN MUSICAL ADORABLE


La vida trabajando es dulce y es sabrosa... (Roberto Rey)

No tengo novio yo, ni joyas ni parné, con las galletas Romagosa me contentaré... (Antoñita Colomé)


Del completísimo ciclo que la Filmoteca Nacional dedicó hace unos años al cine español de todos los tiempos, recuerdo con nitidez algunas películas de las épocas más tempranas: raro era el día que no abandonaba el cine Doré con ojos llorosos, pero contento al mismo tiempo, porque acercarme a esa gran ventana me ha hecho conocer y querer a mi país más que cualquier libro de historia.
Así, he sabido que en la década sombría y tristísima de los 40 hubo grandes creadores que alumbraron obras muy valiosas hoy arrumbadas o en el olvido; que los 50 fueron germen de una renovación portentosa en la que el talento supo sortear las enormes dificultades del momento; y que los 60 supusieron, pese a todo, la llegada de una cierta esperanza de género pop de la que aún hoy bebemos mitómanos y friquis de todo signo.

Y recuerdo varias películas del cine de la República, con denominadores comunes: el desenfado, el folclorismo, la ligereza, la profesionalidad, un cierto descoque. La alegría. Por ejemplo, La verbena de la paloma, de Benito Perojo, una maravilla  -muy reivindicada- protagonizada por Miguel Ligero, Raquel Rodrigo -a quien tuve el privilegio de ver en una charla de la Filmoteca antes de que muriera- y Roberto Rey, galán precisamente de la película objeto de esta entrada, o La hermana San Sulpicio, de Florián Rey, con el espectacular despliegue y donaire de la incomparable Imperio Argentina en su debut para el séptimo arte...

Los pelos se me ponen de punta al recordar Los hijos de la noche, que Benito Perojo dirigiera ya en 1940, con Miguel Ligero, Estrellita Castro y el guapo Julio Peña, una película notable en mi opinión, pero con un poso de tristeza que la empaña por entero. Y es que, pienso al recordar El bailarín y el trabajador (1936), estrenada muy poco antes de que estallara la guerra: ¿qué sería de todos esos extras que participaron en los números musicales, qué de su alegría, de sus esperanzas de abrirse camino, de sus ilusiones?


El bailarín y el trabajador fue la segunda película de Luis Marquina -hijo del dramaturgo Eduardo Marquina-, adaptación de una comedia de Jacinto Benavente, Nadie sabe lo que quiere. Es un musical a la moda del momento, pero muy español en su repertorio y maneras, que glosa las aventuras y desventuras de un golfainas que se redime y encuentra sentido al trabajo y a su ética por el amor de una mujer... aunque no sabremos bien por cuál hasta el final. Es también de lo más parecido que tenemos a la Metrópolis de Fritz Lang, por las escenas de trabajo en cadena.. aunque a lo castizo, claro.

 EL BAILARÍN Y EL TRABAJADOR, de Luis Marquina (1936) / FRAGMENTO MUSICAL

Los números musicales son muy divertidos, y el que se reproduce en el vídeo de arriba, más que eso: es brillantísimo. El reparto incluyó hasta a ocho estrellas del momento, como bien decía la propaganda de la película, concretamente a Roberto Rey, recién apeado de La verbena de la Paloma; Ana María Custodio, Antoñita Colomé, José Isbert, Antonio Riquelme, Irene Caba Alba, Mariano Ozores y Enrique Guitart; también tendríamos que añadir, por lo menos, a Luchy Soto.

Antoñita Colomé, un remolino prodigioso

Una de las entrevistas que mejor recuerdo de las que he oído en mi vida por la radio es la que realizara Jesús Quintero para su Loco de la Colina en una noche, creo recordar que veraniega, de los años 80 -él también ha dicho que es una de las favoritas que ha realizado a lo largo de su carrera-. A través de ella conocí a este milagro del desparpajo y la frescura que respondía al nombre de Antoñita Colomé, una folclórica trianera que despuntó en los años 30 y cuya estrella fuera apagándose no por demérito propio, sino por ceguera o desidia de los demás. ¡Lo que tenía que ser Antoñita en persona! Si a mitad de la entrevista recuerdo que busqué una cinta para grabarla..

(Aunque se me ha pasado el tiempo, porque ya es 2 de Mayo, escribo esto como contribución al Día de los Trabajadores; no es que yo suela seguir mucho las conmemoraciones de los Días en el blog, pero en esta ocasión sí quiero participar, para reivindicar la dignidad colectiva de todos nosotros, y la memoria de quienes nos antecedieron en la lenta lucha de los derechos que ahora se quieren borrar de un plumazo, por parte de quienes tan mal han gestionado los recursos de todos. No se me ha ocurrido mejor ejemplo que esta bonita película, El bailarín y el trabajador, una comedia blanca pero alentadora, animosa: ¡ojalá que en el curro nos pusiéramos a cantar y bailar así!).

sábado, 9 de abril de 2011

MIS REGOCIJADOS AMIGOS





«¡Adiós, gracias; adiós, donaires; adiós, regocijados amigos; que yo me voy muriendo, y deseando veros presto contentos en la otra vida!».

Miguel de Cervantes, Los trabajos de Persiles y Sigismunda.

Estoy releyendo Tu rostro mañana, de Javier Marías, la novela que me dio a conocer esta cita emocionante de Cervantes -y que yo en su momento relacioné con la muerte de mi gata Bolita-, porque ¿cabe despedirse del mundo con mayor alegría que la que expresan esas palabras? Sin esperar juicios finales, ni venganzas, ni vacío: sólo el deseo de una cita, todos regocijados, en el más allá.
La despedida a los amigos... cómo me ha emocionado el artículo que ha escrito hoy Cayetana Guillén Cuervo en El Mundo...


... y la despedida de la vida que pasa hermosa ante nuestros ojos, esa cabriola efímera, llena de belleza y de dolor.. que tan bien se atisba en Chico & Rita, la preciosa película de Fernando Trueba y Javier Mariscal.

Y hablando de Trueba, llevo unos días sin quitarme de la cabeza la canción que fue bandera de su película Sal gorda (1984), Entra en mi cuerpo y sal de mi vida, compuesta por Nacho Cano y cantada por Zanna.

ENTRA EN MI CUERPO, SAL DE MI VIDA / ZANNA (De la película Sal gorda)


Tú me haces disfrutar, entra en mi cuerpo ya... no me paras de engañar, sal de mi vida ya...



Relaciono el estreno de esa película, que vi en un cine de la calle Fuencarral, también con las gracias, donaires
-qué palabra, donaire: Antonio Giménez Rico dice que es la que define a Imperio Argentina, y no puedo estar más de acuerdo- o regocijos. Al salir de la sala recuerdo que me sentí dichoso, arropado por la ciudad que amaba -que para mí era la más interesante y moderna del planeta Tierra, donde más y mejores cosas sucedían- y partícipe de ella; fue como si me hubiera puesto los cascos y sintiera que todos los madrileños se movían al sonsonete de la canción de Zanna.

ADIÓS, OCHO Y MEDIO


Por lo demás, estoy que vivo sin vivir en mí y tan alta vida espero... que muero porque no muero: tras el primer aplazamiento del concierto de La Prohibida, Mugre -con Algora- y Carrero Bianco en Ocho y Medio -llegué a suspender un viaje para verlo- ahora nos llega la noticia de que se cancela el segundo, ya que la sala en cuestión se ve obligada a cerrar sus puertas por la voracidad de una conocidísima cadena de ropa que se ha propuesto acaparar toda la Gran Vía y sus aledaños.
¿Por qué no compran de una vez la calle entera? Porque estos asesinatos dosificados -Madrid Rock, Pasapoga, los cines más representativos, ahora Ocho y Medio-.. son deprimentes...

Y más muy pronto, mis regocijados amigos. Que yo estoy deseando veros presto contentos; en esta otra vida, la virtual.

viernes, 4 de septiembre de 2009

CARMEN MAURA NO HAY MÁS QUE UNA



De las múltiples entrevistas a Carmen Maura que he leído u oído a lo largo de mi vida, recuerdo sobre todo dos declaraciones. En una de ellas, en plena etapa parisina -la actriz vivió allí por un tiempo, llegando incluso a embarcarse en una gira teatral- decía que ya se manejaba lo suficientemente bien en francés como para no permitir que ningún taxista la ninguneara al percibir su acento español. En otra, refiriéndose a las penas de amor, aseguraba estar de vuelta de todo eso y dispuesta incluso a dar cursillos a aquellas personas que atravesaran ese trance, para que rápidamente superaran su enfermedad.

Si a lo largo de los años me he seguido acordando de esas dos anécdotas, imagino que será porque ilustran bien la idiosincrasia de esta querida actriz española. Y es que Carmen representa el espíritu -tan castizo, por otro lado- de la mujer que, después de haber sufrido mucho, está dispuesta a tirar palante con lo que haya, a defenderse, avisada, frente a la adversidad, haciendo de la carencia virtud, despojada ya del sentido del ridículo, importándole un rábano lo que digan los demás.




Desconvencida, desengañada, desilusionada. Pero haciendo como si tal cosa, maquillándose por las mañanas y riendo con las amigas, y vestida de fiesta por la noche. O preparando una sabrosa sopa de ajo a compartir si no sobran las pesetas en casa.

Pero lo más enternecedor de esta Carmen querida -que no es de la escuela Actor´s Studio ni falta que le hace, porque interpreta habitualmente un solo molde de papel con distintas variantes- es que siempre, y a pesar de todo lo que ella piensa, su generosidad inmensa la va a llevar a volver a caer. Y a levantarse de nuevo, trastabilleando, cegada por la luz, entristecida, magullada. Infinitamente escéptica.


(Aparte de la Anna Magnani con la que a menudo se la ha comparado -con razón: no hay más que ver la primera parte de L´amore de Rossellini-, yo prefiero recurrir a actrices de nuestra cinematografía para husmear en su árbol genealógico, porque la Maura se me antoja profundamente española -seguramente Buñuel la hubiera adorado-. Y así, me acuerdo del donaire de Imperio Argentina cuando veo el chisporroteo ilusionado de sus ojos, y sus andares rumbosos pidiendo guerra. Del sex-appeal oscuro de María Casares cuando juega a la femme fatale. De la célebre Amparito Rivelles cuando adopta su tono de discurso melodramático. O incluso del ademán que hubiera adoptado una Aurora Bautista pasada de rosca si un acontecimiento supuestamente épico se hubiera vuelto del revés... Y de tantísimas secundarias de lujo, muchas de ellas hoy olvidadas, que han aportado su granito de arena a la historia del cine español, cuyo legado ella ha sabido asumir para después estilizarlo y personalizarlo con su talento... porque Carmen Maura no hay más que una).

Escribo este homenaje a esta actriz que venero a raíz de que este verano la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de España le concediera su Medalla de Oro 2009 y del estreno de Tetro, la película de Francis Ford Coppola en la que interviene.


Ella es para mí la actriz española de cine más grande que tenemos, en vida. Su carrera es tan impresionante que cuesta resumirla, aunque no me resisto a enunciar los que en mi opinión son los tres títulos en los que ha desempeñado los papeles más emocionantes de su filmografía -hasta la fecha, que aún nos va a dar mucha guerra-:

¿Qué he hecho yo para merecer esto?, de Pedro Almodóvar (1984)
La ley del deseo, de Pedro Almodóvar (1987)
¡Ay, Carmela!, de Carlos Saura (1990)

((La muy buena foto de apertura es de Saúl GM encontrada en Flickr. El retrato actual es de Ricardo Gutiérrez para El País.)).

CARMEN MAURA EN LA LEY DEL DESEO
(Esta escena es ya tan clásica como la de Anita Ekberg bañándose en la Fontana di Trevi para la Dolce Vita, de Fellini... y atención a la música, de Shostakóvich...)