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miércoles, 15 de mayo de 2013

CONDICIONES PARA DISTINGUIR UN GENIO

Los genios `buenos´ griegos eran divinidades protectoras
Igual que para calificar una película evito utilizar la definición de `obra maestra´, porque al decirlo concluimos que no cabe discusión posible, excluyendo de alguna manera la visión de los demás -y porque casi prefiero lo imperfecto, tanta redondez me abruma-, hay una palabreja que prefiero eludir a la hora de referirme a los artistas: la de `genio´.

¿Qué es un genio? Una persona con un talento extraordinario, casi sobrehumano, que se eleva muy por encima del común de los mortales para legar una obra inconmensurable. O eso es al menos lo que se quiere decir cuando se utiliza. Al margen la palabra va también asociada, a veces, con un estilo de vida o personalidad un tanto excéntricos, diferente al del resto, que puede traducirse en vestimentas descuidadas o extravagantes o en ademán despistado y revueltos cabellos, como de científico locuelo. Y entonces, ¿quiénes son los genios?

Los genios son tan variados como la sensibilidad de quien los percibe. Pero el común de un país suele coincidir a la hora de ungir a estos santos varones -porque suelen ser hombres los afortunados, no recuerdo ninguna mujer de la que se diga que es `genio´: menos mal, porque si no ya estaría circulando por ahí la palabra `genia´, qué mal suena-. Por ejemplo, yo he oído varias veces ya que Alejandro Amenábar es un genio, y quien lo dice espera encontrarse con la aquiescencia de quienes le rodean -no con la mía, desde luego, que abro los ojos como platos cada vez que oigo eso-.

¿Qué cabe esperar de alguien cuando es un genio? Algo celestial, me imagino, con no mucho sentido del humor, porque si es excelso no hay que andarse con muchas bromas... O que transite por un universo paralelo no reconocible del todo para el resto de los mortales, pero que adivinamos risible o hasta ridículo, quijotesco, como sucedía con Eugenio Salvador Dalí, quizá el artista español contemporáneo que más veces ha sido tildado, ya en vida, de genio andante.

Y yo me pregunto: ¿Dalí era un genio? ¿O era la pose de genio que él tantísimo cultivó lo que motivaba que todo el mundo le calificara como tal? Sea lo que fuere, el común de las masas le rinde tributo aquí y en Pekín, como demuestran las multitudinarias colas que estos días se registran en el Museo Reina Sofía. Por cierto, vaya cruz que le cayó al pobre con esa horrenda canción que le dedicara Mecano al final de sus días, con una de las letras más pretenciosas y cursis de todos los tiempos -recuerdo también como si fuera hoy la televisada presentación del primer disco de Nacho Cano en solitario, cuando la mayoría de los invitados calificaban al pequeño de los Mecano como un genio de la música-.


`EUNGENIO´ SALVADOR DALÍ / MECANO

Con San Woody, en Oviedo
Yo no quiero que mis favoritos sean genios. No me escucharéis decir que David Lynch o Woody Allen -otro al que le han colgado el sambenito- o Almodóvar, por ejemplo, lo sean, porque lo que más me interesa de ellos es la búsqueda, la curiosidad, las imperfecciones, que estén siempre doblando los recodos de un río, a la captura de algo que no se sabe bien lo que es porque siempre se escapa de las manos.

Y en cualquier caso, para hablar de un genio, yo pondría al menos dos condiciones. Una, que haya transcurrido mucho tiempo, para poder juzgar sin ningún tipo de acaloramiento condicionado por circunstancias recientes, la obra en cuestión. Y dos, en el caso de las Artes -la Ciencia es otro cantar- yo hablaría no sólo pero sí preferentemente, de Música, porque la música es sin duda y como tantas veces se ha dicho, el arte más puro, el que nos remueve el Alma, si es cierto que existe tal entidad, o el que nos hace retorcernos de dolor o de ansia de belleza y de perdurabilidad anhelando que exista ese Alma.

Por ejemplo, si me dijeran que citara a quien yo considero un genio sin pensarlo dos veces, me saldría el nombre de Johann Sebastian Bach. Y a propósito de la Música, recuerdo los párrafos sublimes de Marcel Proust, en las páginas finales de Un amor de Swann, cuando Swann escucha en un acto social la música que identifica con el desdichado y obsesivo amor que le une a Odette, concretamente la Sonata de Vinteuil:

" (...) el campo que le abre al pianista no es un mezquino teclado de  siete notas, sino un teclado inconmensurable, desconocido casi por completo, donde aquí y allá, separadas por espesas tinieblas inexploradas, han sido descubiertas algunos millones de las teclas de ternura, de coraje, de pasión, de serenidad que lo componen, tan distintas entre sí como un mundo de otro mundo, por unos cuantos grandes artistas que nos han hecho el favor, despertando en nosotros la equivalencia del tema que ellos descubrieron, de mostrarnos la gran riqueza, la variedad oculta, sin que nos demos cuenta, en esa noche enorme, impenetrada y descorazonadora de nuestra alma, que consideramos como el vacío y la nada. (...)



SONATA PARA VIOLÍN Y PIANO 
DE CESAR FRANCK, MOVIMIENTO 1

Violín: Dmitri Zemtzov
Piano: María Teresa Frenk
Concierto en el periódico El Informador
Guadalajara, Jalisco, México, junio de 2004. 

(EN ESTA SONATA SE INSPIRÓ PROUST CUANDO HABLABA DE LA DE VINTEUIL)


Y sigue, refiriéndose al efecto que esa música -se refiere a ella como `la frase´ según la traducción de Pedro Salinas- produce en el ánimo de Swann:

"(...) Hasta cuando no pensaba en la frase seguía latente en su ánimo, lo mismo que esas otras nociones sin equivalente, como la de la luz, el sonido, el relieve, la voluptuosidad física, etc., que son los ricos dominios en que se exalta y se diversifica nuestro reino interior. Quizá los perdamos, quizá se borren, si es que volvemos a la nada; pero mientras vivamos no nos queda otro remedio que darlos por conocidos (...) Su suerte estaba ya unida al porvenir y a la realidad de nuestra alma, y era uno de sus más particulares y característicos adornos. Acaso la nada sea la única verdad y no exista nuestro ensueño; pero entonces esas frases musicales, esas nociones que en relación a la nada existen, tampoco tendrán realidad. Pereceremos; pero nos llevamos en rehenes esas divinas cautivas, que correrán nuestra fortuna. Y la muerte con ellas parece menos amarga, menos sin gloria, menos probable".

Y leyendo en trance estos párrafos de Marcel Proust, cuyo sentido me recuerda al "polvo serán, mas polvo enamorado" que cantara Quevedo, me pregunto si esta exaltación y definición de ese algo inaprehensible que produce en nosotros la música no es en sí misma, también, una genialidad del escritor francés.

(Ayer debería haber unificado las celebraciones, pues eran 700 entradas pero hoy el blog cumple seis años... bah, no hace falta que me felicitéis).

sábado, 16 de marzo de 2013

APOTEOSIS SENTIMENTAL DE DOVER







Escenas emotivas y desbordadas en el reencuentro del grupo con sus seguidores: arriba y abajo, Amparo Llanos en su baño de multitudes; entre medias, Jesús Antúnez, el sexy batería, que causó como siempre estragos con su estilismo Red Hot Chili Peppers

Dover se encontraban desde hace años en tierra de nadie, porque extraño -y divertido, a pesar del berrinche de los fans- fue el discotequero Follow the city lights (2006) pero el nuevo giro de tuerca de I ka kené(2010)dejó al público que le quedaba definitivamente noqueado y convirtió a los madrileños en carne de cañón de la crítica más impía. Ponerles a parir se convirtió durante una temporada en deporte facilón, aunque paradójicamente conforme arreciaban las críticas también un nuevo e iconoclasta público se acercaba con curiosidad al son de sus nuevos tambores étnicos.



Dieciséis años después del pelotazo de Devil came to me, su segundo disco -que casi vendió un millón de copias, y eso que salió a la venta en la entonces casi desconocida Subterfuge-, Dover han vuelto a la carretera interpretando de nuevo este disco al completo, en unos conciertos aderezados con otros éxitos pertenecientes siempre a su etapa rockera. Con su reconocida influencia grunge y beatlémana -los de Liverpool sonaron sin cesar en el calentamiento previo al concierto-, el grupo de las hermanas Llanos ha dado en la diana con este revival, que en Madrid se produjo la semana pasada, durante dos días consecutivos, en la señera sala El Sol, muy importante además para ellos en su carrera.



Mario Vaquerizo, entre la multitud





"Gracias a los que habéis estado con nosotros todo este tiempo contra viento y marea; a los que os fuisteis y ahora habéis vuelto; y también a los que venís por vez primera". Eran palabras de Amparo Llanos, la hermana mayor, que no paró de hablar durante todo el concierto, emocionada. Conociendo su afiliación proustiana, seguro que este reencuentro con el público le está sabiendo a gloria, porque con la experiencia habrá adquirido la destreza de saber deleitarse en el momento, de condensar la felicidad presente haciendo acopio de los mejores efluvios del pasado, que condimentan y eternizan el instante. De valorar la vivencia en toda su dimensión, en definitiva.



"Si cuando presentamos nuestro primer disco, Sister, en esta sala, nos hubieran dicho lo que iba a pasar...", comentaba, por ejemplo. "Todo absolutamente ha merecido la pena nada más que por estar aquí esta noche con vosotros", aseveraba para satisfacción del público joven y cañero, rabioso, que abarrotaba el pasado sábado la sala.



"Un día habíamos quedado para preparar una canción nueva que sería el ensamblaje entre dos estribillos que habíamos escrito Cris y yo, cada una el suyo" -continuó Amparo-, "y mi hermana nos dijo: Esperad, he escrito una cosa nueva, a ver qué os parece. Cuando terminó de tocarla a la guitarra, me di cuenta de que tenía la piel de gallina y a Jesús -el batería- se le saltaron las lágrimas". "Yo os quiero agradecer desde aquí -comentó a su vez Cristina- el apoyo que siempre le habéis dado esta canción, que era un grito de auxilio". Entonces comenzaron a sonar los acordes de, claro, Serenade.




I love U, Dover



SERENADE / DOVER en directo en la sala El Sol marzo 2013
(Vídeo bajado por Daniel Durantes Pineda)

HACED LA VISTA GORDA CON EL SONIDO Y LOS FANS DESAFINADOS, ESTÁBAMOS TODOS TAN EMOCIONADOS..


Amparo Llanos, proustiana confesa, no cabía en sí de gozo



Cristina Llanos, con un look muy Candela Peña; más tarde se recogería el pelo en una coleta, entre escupitajo y escupitajo, no sabemos si intencionados a lo punkie o fortuitos


Y así, entre trallazo y trallazo fue llegando el final de este concierto contundente e importante no sólo musicalmente. Serían el Devil came to me y Loli Jackson los hitos finales de este reencuentro que ojalá abra el camino para nuevas aventuras de Dover con un público ya asentado y atrevido, fiel pero heterogéneo. Mientras tanto, nos queda este estupendo sabor de boca...



El diablo del Devil came to me, presente en todo momento

El genuino techo de la legendaria sala El Sol, ajeno a modas y modismos

lunes, 3 de agosto de 2009

DUQUESA DE GUERMANTES


He vuelto tras una larga ausencia a la lectura de En busca del tiempo perdido. Por donde me había quedado, parte final del tomo 3 de la delicada edición de Lumen -con traducción de Carlos Manzano-, La parte de Guermantes. No tengo ninguna prisa en concluir esta obra, acostumbro a leer seis hojas en la cama, por la noche. Es como una infusión cuyo efecto se va filtrando lentamente, y no es hasta cierto tiempo que se va percibiendo. Aun pareciéndome incomparable, se está cumpliendo un presagio que tuve tras la lectura de su esbozo Jean Santeuil, en traducción de Pedro Salinas: entonces tuve la impresión de que por muy magna que fuera À la recherche... no me iba a impresionar tanto como esta obra primeriza, en la que ya late todo Proust en forma y contenido: es de una pureza descomunal esa novelita que ya se acomodó en mi memoria -y mi corazón-.

Los recuerdos de Marcel de su etapa familiar de Combray están marcados por los largos paseos que acometían. Según el lado que escogieran del camino, estaba la parte de Swann -quien de alguna manera es su modelo a lo largo de toda la obra- y la parte de los Guermantes, la familia aristocrática más ensalzada de toda Francia, en la que brilla con especial esplendor la duquesa de Guermantes. Su no presencia marca la mayor parte de este tomo, porque su prestigio a los ojos de Marcel se basa precisamente en el desconocimiento, la idealización.



Tras un cierto y lógico desencanto inicial al conocerla en persona, Marcel -que desde pequeño desarrolla la misma habilidad de Swann para ser admitido y mimado en los círculos más selectivos- va cayendo sin embargo en sus redes. Ella es siempre la última palabra en lo social. Su comportamiento marca tendencia, como diríamos ahora, independientemente de la posición que adopte, pues ya es de dominio común que a su elegancia incuestionada hay que sumar un acendrado y caprichosísimo esnobismo.

La duquesa de Guermantes aprovecha el privilegio del conocimiento. Si ella posee más información que los demás, no se va a dejar nunca sorprender. Todo es una cuestión de actitud. ¿Por qué va a ser un problema que su marido le sea infiel, si eso no tiene por qué afectar ni a su relación ni a su felicidad? Si una persona es considerada no apta para la vida social, ella se va a encargar de mostrar su ángulo original o fabricarlo si es preciso, y adoptarle bajo su paraguas protector. Lo que es común no procede, y por lo tanto desdeñará compañías supuestamente apetecibles y comportamientos asumidos, generando un gran estupor -y admiración- a su alrededor.



El horror al vulgo que los miembros de su clase social por definición sentían, podría decirse que en ella era horror a la vulgaridad, y como esta se halla también asentada en la aristocracia, era la principal y denodada ocupación de Mme de Guermantes hacerse distinguir de los miembros de su propio milieu, adocenados, mediocres. Realmente debía tener una mente ágil para estar siempre presta a llevar la contraria, acostumbrada a dirigir esa especie de partida de ping-pong imaginaria con la que levantó su reputación incuestionable, a fuerza de haber sido tan cuestionada.

(Al principio la descripción tan pormenorizada de esas batallas de salón puede resultar algo cansina, hasta que te das cuenta de que a través de ese campo de batalla Proust no sólo está describiendo peripecias particulares, sino todo el universo social y humano).

((La duquesa de Guermantes, que en realidad no existió o por lo menos no con esa denominación, fue encarnada por Fanny Ardant en la película de Volker Schlöndorff Un amour de Swann -1983-. La actriz se sintió molesta cuando un periodista de El Mundo confundió su papel con el de la mundana -en otro sentido- Odette de Crécy, por quien Swann pierde la cabeza: Il faut pas mélanger les torchons avec les serviettes, parece que dijo, no hay que mezclar churras con merinas. Y es que a Odette la encarnaba la muy sensual pero supuestamente no distinguida Ornella Muti)).

(El cuadro de apertura es Harmonie en chair et rouge (1869), de James Whistler).

martes, 18 de marzo de 2008

DE LA PARTE DE LOS JACKSON




LAS PARTES DE SWANN Y DE GUERMANTES
Marcel Proust nos cuenta que, siendo él pequeño, eran dos las opciones de paseo familiar que había, cada una de ellas preñadas de resonancias y posibilidades muy diferentes. Una de ellas era ir por la senda que conducía a la mansión de los Guermantes, la familia aristocrática que para él era en ese momento mágica e inalcanzable.
Otra era la parte de Swann, el admirado personaje que es capital en toda la novela y cuyos amores tanto intrigaron a Proust, una senda más accesible, menos idealizada pero quizá por ello más querida. Acometer la ruta de los Guermantes o la de Swann en los paseos no era algo baladí, sino profundamente vital y trascendente en esos paseos tan fundamentales en su formación afectiva, y optar por una de ellas era sumergirse conscientemente en una ruta cargada de significados y connotaciones diferentes, que podían ser definitivas a la hora de ir trenzando el conjunto de los placeres y los días. (El dibujo es de Robert Faires).


ULISES DIVIDE AL MUNDO EN DOS
Por referirnos al otro novelista que rivaliza con Proust como máximo creador literario del siglo XX, siempre se ha dicho -bueno, se decía antes, cuando la escritura gozaba de prestigio-, que el mundo se dividía en dos bandos irreconciliables: la de quienes han leído el Ulises de James Joyce y la de quienes no lo han hecho
-y con esta premisa los creadores de Plats Bruts, la añorada serie de TV3 con Joel Joan y Jordi Sánchez, hicieron uno de sus episodios más redondos-.
Y yo aquí he de reconocer, aunque he leído otras cosas de Joyce y casi que le debo haber aprobado las oposiciones porque pude explayarme sobre él y la Woolf y además recordaba íntegro el musical comienzo del A portrait of an artist as a young man, Retrato de un artista adolescente:

Once upon a time, and a very good time it was,
there was a moocow coming down along the road
and this moocow that was coming down along road
met a nicens little boy named baby tuckoo
...

que figuro entre quienes no han leído el Ulises y quizá nunca vayan a hacerlo. Lo que no sé bien es si las personas que han gozado -o padecido, también tiene vehementes detractores- serían más proclives a pasear por la parte de Swann o por la de Guermantes, aunque a mí me da que por esta última-.
(Marilyn Monroe, en la foto leyendo el Ulises, pertenecía al otro bando, ella era un poco como el David de Plats Bruts, claro).


LA MOVIDA, SEGÚN QUIEN LA CUENTE
Y cambiando de tercio, pero no tanto, ya ha pasado a la posteridad y aún divide a la afición la frase de Alaska refiriéndose a los grupos de la movida madrileña: estaban los que se pintaban el pelo y los que no y por supuesto -y damos plena razón a la diva- los primeros eran los interesantes, y nada tenían que ver ambos bandos entre sí. Y así sigue siendo.

OTRA DIVISIÓN A TENER EN CUENTA
Y yo desde hace tiempo vengo diciendo que el mundo de hoy, y no sólo el musical, se divide en dos bandos también sutilmente contrapuestos.

Están quienes no entienden a Michael Jackson y le ridiculizan o contemplan por encima del hombro y quienes le queremos y somos fans de él.
Eso es así, es impepinable y yo cada vez siento menos interés y una pereza infinita por el primero de los bandos que he citado, esas personas anodinas que aceptan la primera interpretación que se pone a su alcance, que han dicho que no a la fantasía y al milagro, que menosprecian las aportaciones musicales de este genial artista de cuyas rentas viven aún hoy una pléyade de sinvergüenzas y de copiones, que no vibran de emoción al escuchar Beat it o Dirty Diana , que se zambullen en el prejuicio y el desdoro chabacano, que dicen emocionarse contemplando El hombre elefante de Lynch pero luego contribuyen sin pudor a linchamientos colectivos.

Les reconozco de lejos, y me asustan.

Y aunque en su época gloriosa yo le miraba de reojo pero no me encontraba entre la primera línea de adeptos -sí mi hermana, que conoce a fondo sus avatares y discografía- poco a poco me fui convirtiendo y hubo un momento definitivo en los 90 cuando, conduciendo por los paisajes de la Manchuela albaceteña, mi chico pronunció solemnemente, el cassette del coche a tope con Give in to me, esa gloriosa canción en la que colaboraba Slash, esta frase dirigida a sus hermanos menores que se mofaban de Michael:

Si nos os gusta Michael Jackson es que no os gusta la música.

GIVE IN TO ME / MICHAEL JACKSON (Hay que oírla al máximo de sonido)






Lo decía él, degustador y connaisseur de las últimas tendencias de la música clásica contemporánea, de Messiaen, Nono, Boulez y Shostakovich y también rockero empedernido, a sus hermanos ávidos de conocimientos y novedades, que quedaron enmudecidos, sus prejuicios en suspenso por un momento tenso e infinito que acabó por romperse con sus estrepitosas carcajadas de desconcierto.
Pero así fue que me sentí tan orgulloso de mi JA, que cortó tajante toda sombra de duda y le di toda la razón, hasta hoy en que con un vuelco en el corazón sigo todas las novedades estrafalarias de Michael y sus cambios de ubicación:
el paseo inédito por Saint-Tropez en extraña compañía, el episodio del balcón con el niño en Berlín, la estancia que se creía definitiva en Bahrein, los rumores de asentamiento definitivo en Japón, y más recientemente su paso por los suburbios de Washington y su apuesta por comenzar otra vez de cero desde los casinos de Las Vegas.
No voy a negar que me regocijan y divierten los detalles de estas extravagantes noticias, porque Michael es así, pero siempre con cariño y estima profundos: le deseo lo mejor en cada momento y ojalá que se recupere musicalmente, él desde luego es capaz de todo, por muy deteriorada que pueda estar su vida económica y personal, siempre que pudiera antes librarse de los buitres que parece revolotean infames y fúnebres a su alrededor.
Y celebramos los 25 años de Thriller y por supuesto el éxito grande de nuevo de su hermana Janet , a quien queremos igual que a él y que aquí nunca ha llegado a cuajar, a pesar de que han sido ella y sus productores quienes han mostrado el camino a otras muchas.

¡VIVA MICHAEL Y JANET JACKSON!
Y a los del otro bando que os den dos duros -y el resto en perres, como dice una amiga mía-.
¿Por cierto, tú de qué lado estás?

((En la barra de vídeo colgamos a Janet Jackson y el primer single de su Discipline, Feedback. Besos, felices vacaciones para quienes las tengáis)).

sábado, 1 de diciembre de 2007

PROUST Y LA GIMNASIA DE LA INDIFERENCIA


Por lo menos una vez y media he llevado a la práctica la gimnasia de la indiferencia de la que habla Marcel Proust en las páginas de su clásico universal À la recherche du temps perdu.
Se trata de luchar contra la enfermedad amorosa en aquellos momentos en que sabemos que ya no resta sino despeñarnos en picado: es entonces cuando se puede iniciar, como terapia, una especie de recuento de los días que vamos superando sin ningún tipo de noticias, ni acercamientos, a la persona amada y que no nos corresponde y nunca va a hacerlo. Son días en el vacío que se van amontonando con dolor, una suma lúgubre de jornadas que, sin embargo, tienen en nuestro arrebato algo de victorioso, porque queremos imaginar que la persona en cuestión nos echa de alguna manera en falta y estaríamos perpetrando así una especie de venganza sentimental.

Al final del túnel llega el momento en que la cifra de la suma de los días concluye con una victoria definitiva, que es nuestra indolencia, aunque al comenzar la gimnasia no queramos ni pensar en que se pueda sobrevivir con la ausencia de la persona amada, porque eso significa la muerte, la pérdida de todo sentido.
Hay que tener, sin duda, mucha determinación para llevar esta gimnasia a la práctica, mucha más de la que hoy hace falta para ir al gym y pasarse horas haciendo abdominales.
No creo que nadie haya deconstruido la pasión-desesperación amorosa con la obsesión minuciosa que lo hizo Proust.
Aunque yo todavía tengo la obra a medio, la voy leyendo despacio y a intervalos por la noche, estoy acabando la parte de los Guermantes y pronto iniciaré Sodoma y Gomorra. Antes de A la busca del tiempo perdido, me leí Jean Santeuil, que pasa por ser una especie de esbozo imperfecto, pero que a mí me deslumbró sobremanera, por el estilo sublime que yo entonces descubría y por algunos pasajes emocionantes que desde entonces conservo en la memoria:

-Jean discute fuertemente con sus padres y almacena todo el rencor de que es capaz, pero al quedarse solo por la noche y abrir el armario ropero, percibe de súbito la fragancia que emana de un abrigo de su madre, y entonces la identifica con la esencia de ella, que penetra así de alguna manera en su alma, y al hacerlo rompe en lágrimas y se reconcilia con la madre que adora y cuyo espíritu ha sido capaz de distinguir a través de un olor característico.

-Jean está en un bar algo aturdido y de repente irrumpe un amigo bastante nuevo y de posición social superior -los juegos sociales de poder son vitales en la obra proustiana, tanto que a veces cansa- pero con quien ha surgido una complicidad incipiente, y éste, al ver a Jean, para acceder antes a él acorta impaciente el camino pasando por encima de dos o tres mesas de la taberna, ante el estupor general, deseoso de llegar cuanto antes, de expresar así el júbilo que siente al identificar y reconocer a su amigo, lo más importante y puro en su vida en ese momento en que confluyen sus caminos y sus intereses.
(Posteriormente leyendo À la recherche.. me he percatado de que la visión de Proust de la amistad no es nada idealizada, es más bien cruel -en realidad sus disecciones suelen ser siempre crueles- pero ese momento mágico de exaltación y alegría en el Jean Santeuil es inigualable).

No hace mucho se ha puesto a la venta en España el primer tomo -Combray- de la adaptación al comic de Á la recherche.. que ha llevado a cabo Stéphane Heuet. Lo he leído y me ha parecido una maravilla de delicadeza, que os recomiendo vivamente. Es muy fiel al libro, y sin embargo no deja de ser una historieta: en este primer episodio conocemos a Marcel, sus miedos infantiles y la dependencia con su madre, la negativa a compartirla que marcará su posterior historial amoroso y erótico.

Y por supuesto conocemos a su tía Léonie, la que le ofrece la magdalena, un personaje valetudinario que decide encerrarse primero en su casa, después en el dormitorio, para luego ya no salir de la cama, que puede espeluznar a algunos pero que es fascinante a los ojos de Marcel y a los nuestros -es un tipo de mujer mayor rodeada de liturgias que acostumbra a reflexionar en voz alta, un molde muy querido también por nuestro gran Álvaro Pombo-.

((Como siempre, besos)).