

A primeros de junio recalé en Kyiv/Kiev por motivos laborales. Si bien mi idea era -porque hice montones de fotos- dar cumplida cuenta de la visita en esta página, lo cierto es que apenas inserté la imagen de un mozo lugareño esperando no se sabe qué o a quién -Absorto en Kiev-. Y luego, nada. Y es que no sabía, y no sé aún, bien qué decir, porque en tan poco tiempo no hubo lugar a descifrar prácticamente nada de esta ciudad recóndita y abstrusa a nuestros ojos -pero apasionante, qué duda cabe-.

LO PROCESADO:
-Es la ciudad con más jóvenes que he visto en mi vida -de hecho, no veíamos a nadie mayor -entendiendo por mayor alguien de treinta y cinco o cuarenta para arriba-.
-El parque automovilístico creció tanto y en tan poco tiempo que la ciudad -y sobre todo sus aceras- están desbordadas. Es totalmente usual que los coches conduzcan y se aparquen en las aceras peatonales.
-El carácter local es austero, parco en palabras -sobre todo teniendo en cuenta que casi nadie habla idiomas-, receloso ante el extranjero, aunque se adivine calidez posterior -vamos, un poco a lo castellano, pero más-.

-LA REALIDAD NO EXISTE.-.
La relación con Rusia sigue siendo muy compleja.
Como anécdota os puedo contar que nuestra llegada coincidió con una conmemoración de la independencia ucraniana, de estética a medio camino entre lo soviético y lo yanqui, con majorettes incluidas; uno de nuestros anfitriones, un joven y apuesto sindicalista, a las preguntas sobre el evento respondió que en la calle no había nada, que no existía celebración ni fiesta alguna -en la más pura tradición estaliniana de negar o suprimir lo que no se acepta, cualquier atisbo de disidencia-. Ante mi insistencia al referirle que afuera estaba pasando algo, que había una celebración en curso, me dijo que sería cosa de la pepsi o de otra empresa norteamericana: no son pocos los ucranianos que siguen siendo pro-rusos.






-El ambiente gay-lésbico no es traducible al estilo occidental.
Prácticamente inexistente según advierten todas las guías, yo le quitaría el prácticamente y diría sencillamente que no existe, aunque diera tras mucho buscar con un club -Pomada- en el que me sentí como un selenita rodeado de jóvenes teens en un ambiente fin de curso, con muchas chicas sobre todo y la imposibilidad de entablar contacto con nadie.
-Se siente una especie de opresión, la sensación de sentirte vigilado, aunque ahora no sea el otrora omnipresente Estado quien ejerza esta actividad. O también, pero ahora está más repartido. El hotel por ejemplo estaba continuamente vigilado por gorilas que, lejos de transmitirte la sensación de estar protegido, producían cierta intimidación. Y dentro, un puesto permanente de policía.
-DETENIDO Y CACHEADO.-
Hablando de policía, tuve la experiencia de ser detenido y llevado al cuartelillo por no llevar encima el pasaporte. Iba caminando solo por una avenida -la más céntrica de Kiev- cuando me interceptaron: al principio pensé que me exigirían una mordida para compensar mi falta administrativa, pero no: me llevaron en el furgón a comisaría y me registraron minuciosamente -su obsesión era que no llevara droga encima- y sonrieron, primero con complicidad al ver que portaba condones, y después con sorna al dar con el flyer del club Pomada. Terminado el registro, me invitaron a que volviera de inmediato al hotel para evitar que nadie me robara, pero no tuvieron la cortesía de acercarme en coche a pesar de que llovía a cántaros.








-El ambiente de mercadillos y puestos callejeros es muy agradable, y más propenso a que se encuentre por allí calor humano.
-Es una ciudad muy bella en su urbanismo y en su arquitectura, y que seguro en poco tiempo formará parte de los circuitos turísticos internacionales. De momento no es así: sin duda merece la pena acercarse hasta allí con tiempo y con gana de descifrar enigmas.
JOVEN OPERARIO TRABAJANDO AL AIRE LIBRE





UN CUARTO DE BAÑO DEL REALISMO SOCIALISTA





¡HASTA OTRA, KIEV!
