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lunes, 10 de enero de 2011

TOP KORADOR CINE ESPAÑOL 2010



Aunque marcado por las muertes de Manuel Alexandre y Luis García Berlanga, me parece que 2010 ha sido un año con películas muy interesantes de cine español...

De las que he llegado a ver, estas son mis diez favoritas, en orden aleatorio.

La mujer sin piano, de Javier Rebollo.


Road movie peatonal y existencialista con una Carmen Machi que despliega sus talentos de manera inversa a como nos tiene acostumbrados; los toques de humor, almodovarianos y atonales a un tiempo. Machi es la Mujer Alien -de alienada-, pero resiste como el conejito del anuncio... Rebollo es ya toda una garantía.

Pa negre, de Agustí Villaronga.


El mallorquín no ha decepcionado en su esperada vuelta. El ambiente implacable y tenebroso de la guerra civil le va bien... es una adaptación de la novela de Emili Teixidor, que habrá llevado a su terreno. ¿Hay esperanza? No, pero aparte del niño corrompido hay destellos de luz: su avezada amiga, el ángel tuberculoso... Ah: Roger Casamajor se sale.

Ramírez, de Albert Arizza.


¡Menudo debut el de Arizza! Un asesino en serie tipo cinéma vérité con atmósfera viciada pero contenida... La espeluznante escena del trayecto en coche a la disco-after de Leganés, una de las mejores del año. Muy bueno Cristian Magaloni y secundarios de oro Zoe Berriatúa en su mejor papel, y la siempre estremecedora Geraldine Chaplin.

¿Qué fue de Jorge Sanz?, de David Trueba.


Sí, ya sé que es una serie. Pero yo la vi en una sala y me pareció puro cine: y del más inspirado, en un experimento divertido, entrañable y emocionante. Hay que mimar a nuestro star system un poquito... la capacidad de autoparodia de Jorge es encomiable, y Eduardo Antuña como mánager está portentoso.




El dios de madera, de Vicente Molina Foix.


Ya apreciaba al VMF escritor y diletante. Y ahora le respeto como cineasta: sólo él puede ser nuestro André Téchiné... su segunda película sortea con soltura las trampas en las que podría haber caído por su temática y ofrece un retrato complejo en el que sobresalen la estupenda veteranía de Marisa Paredes y la belleza mediterránea de Soufiane Ouaarab.

Una hora más en Canarias, de David Serrano.


Durante la primera parte del metraje no dejé de pensar que todo era un desatino. Mas luego me fue ganando esta comedia zumbona y políticamente incorrectísima en la que Quim Gutiérrez ejerce de adonis cary-grantero,acompañado de un magnífico elenco.

Buried, de Rodrigo Cortés.

Si durante décadas hemos admirado el talento de Hitchcock al encerrar a sus protagonistas en una sola habitación para La soga, qué me decís de este tour de force de Ryan Reynolds bajo tierra. Impresionante documento, como diría aquél, y de escalofriante verosilimitud: la película comprometida del año.

El diario de Carlota, de José Manuel Carrasco.


Sí. Porque en el género Super Pop tan en boga en el cine patrio -Cruzando el límite, 3 metros sobre el cielo...-, me parece la más seria, quizá precisamente porque se trata de una comedia: desenfadada, chispeante, solvente.



Todas las canciones hablan de mí, de Jonás Trueba.


Quién me lo iba a decir, a mí que nunca he sido truebero, pero a este paso me haré adepto al clan. Una mirada rohmeriana de este debutante -los diálogos, la moraleja- que apuesta por la certidumbre de los afectos cotidianos, aunque algo importante se quede en el camino. Y qué alegría poder disfrutar a Oriol Vila de prota total.

La isla interior, de Dunia Ayaso y Félix Sabroso.



Estos canarios son como el buen vino, cada vez mejores, y ya llevan varias películas importantes. Un drama coral perfectamente aderezado con mucho sentimiento, dosis de humor nègro y un reparto de altura: Candela Peña en su salsa, Alberto San Juan inspiradísimo, Geraldine Chaplin en su faceta inflexible, Cristina Marcos vulnerable, Celso Bugallo profundo..

((Me quedé con ganas de ver varias, sobre todo Amador, de Fernando León de Aranoa; guardo buen recuerdo de Room in Rome, de Julio Medem, con quien la crítica no para de cebarse; y me defraudó Balada triste de trompeta, de Álex de la Iglesia, aunque me alegro mucho del éxito que está obteniendo.))

Y DOS QUE NO SON ESPAÑOLAS (pero sí en español, y de cinematografías muy queridas):

El último verano de la Boyita, de Julia Solomonoff.


En la niñez se forja nuestra mirada... que a veces se enfrenta desnuda a la vida en toda su complejidad. Triste, grande, bella serenata rural de la directora argentina, que me conmovió en el festival de cine LGTB de Londres.





Abel, de Diego Luna.


Si quienes pueden y deben se desentienden, el barco se va a la deriva. Sólo un espíritu -¿inocente?- será capaz de todo para evitar el naufragio... Diego Luna se estrena como director con una delicada propuesta que también puede entenderse como metáfora política de lo que está sucediendo en México.

((Me quedé sin ver A contracorriente, del peruano Javier Fuentes-León: creo que me hubiera gustado)).