viernes, 9 de mayo de 2008

UNA BALLENA EN EL SARDINERO


Mis abuelos paternos se conocieron en el tumulto subsiguiente a la aparición de una gran ballena en la playa del Sardinero de Santander.
Esto, que ocurrió en un año ya impreciso de finales del XIX, es un hecho real que a menudo ha disparado mi fantasía: cómo sería la primera aproximación entre los dos, de qué manera aprovecharían la anécdota del ballenato varado para trabar el acercamiento, cómo es que se verían luego -recordad que aunque no hubiera messenger ni sms ni cams ni móviles la gente se las apañaba para quedar y encontrarse-, y cómo se iría desdibujando o no la aventura de la ballena en su memoria, conforme transcurrieran los años.

Nunca pude preguntárselo, porque cuando nací ya hacía tiempo que los dos habían fallecido, y si en casa conocimos esta historia tan peculiar, siendo mi padre como era poco hablador, es gracias a una querida tía cantarina que narraba con desparpajo las historias familiares. Pero el caso es que, literalmente, yo debo mi presencia en este mundo a esa ballena remolona del Cantábrico, al cetáceo que desvió su ruta y encontró el fin de sus días en loor de multitudes, admirado en su último estertor por los bañistas del momento. Para él o ella fue el acabóse, para mí la génesis.

A estas alturas no hará falta que os diga que estoy totalmente a favor de las ballenas.



Y me indignan por supuesto las cacerías sanguinolentas de las últimas que nos van quedando, y me pregunto cómo se puede llevar a cabo algo así que yo considero un crimen contra la Humanidad, contra uno de los testigos más sabios del comienzo de todo, un animal sensato que seguro maneja mejores claves que nosotros sobre las incógnitas que nos desvelan desde el principio de los tiempos.
El otro día una amiga me contaba su viaje a Canadá, y cómo había tenido la oportunidad de ver a una de ellas, y la impresión tan viva que le causó, y yo aproveché, claro, para referirle mi anécdota de la ballena del Sardinero que cuento a todo el mundo, y recordé también la experiencia que tan bien transmitió Rosa Montero en su libro La loca de la casa, y que os transcribo a continuación:

Una de las experiencias más hermosas que jamás he vivido ocurrió en la Costa Oeste de Canadá, cerca de Victoria. Fue a principios de un mes de septiembre, hará más de diez años. Un par de alemanes, Pablo y yo nos subimos a una pequeña Zodiac con capacidad para seis personas y salimos al Pacífico a otear ballenas. Es una actividad turística que se ha hecho famosa en esas aguas, y al parecer últimamente el mar está tan atiborrado de gente que los cetáceos apenas si se arriman a la costa. Por entonces, sin embargo, estábamos solos. Navegamos durante cierto tiempo hasta colocarnos entre unos islotes; allí el encargado apagó el motor y nos quedamos quietos, mecidos como bebés por un mar manso. Era una mañana tibia y luminosa, los islotes brillaban de verdor en el horizonte y el silencio se posaba sobre nuestros hombros como un velo, magnificado por el lamido del agua contra la Zodiac o el pasajero chillido de una gaviota. Estuvimos así, sin movernos y sin decir palabra, durante más de quince interminables minutos. Y, de pronto, sin ningún aviso, sucedió. Un estampido aterrador agitó el mar a nuestro lado: era un chorro de agua, el chorro de una ballena, poderoso, enorme, espumeante, una tromba que nos empapó y que hizo hervir el Pacífico a nuestro alrededor. Y el ruido, ese sonido increíble, ese bramido primordial, una respiración oceánica, el aliento del mundo. Esa sensación fue la primera: ensordecedora, cegadora; e inmediatamente después emergió la ballena. Era una humpback, una corcovada, una de las más grandes; y empezó a salir a la superficie a nuestro mismo lado, apenas a dos metros de la borda, porque los cetáceos son seres curiosos y quieren investigar a los extraños. Y así, primero emergió el morro, que enseguida volvió a meter debajo del agua; y luego fue deslizándose todo lo demás, en una onda inmensa, en un colosal arco de carne sobre la superficie, carne y más carne, brillante y oscura, gomosa y al mismo tiempo pétrea, y en un momento determinado pasó el ojo, un ojo redondo e inteligente que se clavó en nosotros, una mirada intensa desde el abismo; y después de ese ojo conmovedor aún siguió pasando mucha ballena, un musculoso muro erizado de crustáceos y de barbudas algas, y al final, cuando ya estábamos sin aliento ante la enormidad del animal, alzó en todo lo alto la gigantesca cola y la hundió con elegante lentitud en vertical; y en todo este desplazamiento de su tremendo cuerpo no levantó ni la más pequeña ola, no produjo la menor salpicadura, no hizo ningún ruido más allá del suave siseo de su carne monumental acariciando el agua. Cuando desapareció, inmediatamente después de haberse sumergido, fue como si nunca hubiera estado.

Impresionante, ¿verdad?
No dejéis nunca de defender a las ballenas, por favor.

(Fotos recogidas de las páginas Vivecuador, Historia y arqueología marítima, Last dragon, la cueva del último dragón. Muchas gracias)


((En la barra de vídeo La Prohibida y su Amor eléctrico; esta noche Fangoria en el festival Forward en Madrid con un cartel de lujo: Underworld, Tiga, Ladytron,.. Seguro que Alaska y Nacho tocan el Flash de la Prohibi, que ahora versionan, tal como nos contaron los alienígenas del Planeta Murciano. Disfrutadlo quienes podáis ir. Muchos besos)).

12 comentarios:

Javier dijo...

Estos grandes cetáceos, supervivientes de tiempos pretéritos aún siguen surcando los mares, y esperemos que lo sigan haciendo durante muchos años, sino es que la estupidez acaba con estos majestuosos seres.
Preciosa la historia de tus abuelos.

Fernanda Irene dijo...

Me consta que las relaciones amorosas en época de nuestros abuelos eran bastante difíciles, en la mayoría de los casos una, porque para las mujeres la dificultad era aún mayor, se conformaba con lo primero que llamaba a su puerta, más cuando con poco más de veinte años ya se les pasaba el arroz, pero más aún cuando el primer novio ya marcaba a perpetuidad, o sea, que cuando a una chica la pretendía un joven, si esa relación se rompía, la posibilidad de que esa mujer encontrara novio, se reducía bastante. Vaya, que las relaciones eran "une merde". Pero ¿y ahora? Como bien dices tenemos todos los medios de comunicación a nuestro alcance: teléfono, msn, correo electrónico, fax... y la Biblia en pasta pero, me da la sensación de que vivimos más aislados que nunca.

En cuanto a las ballenas, origen de tu génesis, me temo lo peor. La humanidad acabará con ellas, y digo acabará porque estoy a punto de apearme del club. Si esto es humanidad, quiero dejar de ser humana.

Saludos

Champy dijo...

Hermoso, muy hermoso.

Me encantó la historia de tus abuelos, gracias por compartirla.

En mi país tenemos un mar maravilloso a donde vienen a dar a luz, es el mar de Cortes
http://www.fonatur.gob.mx/mar_de_cortes/fst_gral.htm
Cuando tengas una oportunidad no dudes en venir a conocerlo, es más te llevo.

Y no juego.

Saludos.

senses and nonsenses dijo...

he alucinado al ver las ballenas, y después de leerte, en chez ripley, he pensado que osos vale, pero ni vacas ni ballenas...
qué bonita historia la de tu origen a través de tus abuelos. tb he pensado en las muchas génesis que se tienen que producir para el milagro de que estamos aquí. venga, que la humanidad no está tan mal (me he levantado idealista hoy, ...ni llueve).
así que pasaba ya en el XIX, yo recuerdo otros dos otres casos de ballenas varadas en el cantábrico. la última en un pueblo de cantabria.

un abrazo.

Madame X dijo...

Sobrecogedora la narración de Rosa Montero. Me encantaría presenciar algo así. Lo máximo que he llegado a ver es una manada (¿se dirá manada?) de delfines saltando sobre las olas, muy cerca de la línea de costa. Debían seguir un banco de peces. Estaban tan cerca que se les distinguía perfectamente. Fue maravilloso. Tristísimo, en cambio, los espectáculos de cetáceos en el Zoo. Se te encoge el corazón de ver reducido su hábitat a una miserable piscina y su dignidad de seres libres pisoteada por un puñado de euros. Nada justifica eso. A veces la muerte no es lo más cruel.

La historia de tu génesis es preciosa. La vida está llena de sucesos fortuitos e imprevisibles que deciden nuestro devenir. La tuya es como un símbolo de nuestro origen oceánico.

combatientes70 dijo...

que bonito venir de una ballena... venir del mar y convertirte en amar en una playa del cantábrico... gracias por compartir tus orígenes y de esa forma hacerme que empiece a pensar en los míos... y buscar la forma de convertirlos en aquello que me gustaría que fuesen...

Por cierto...te pido que cuando tengas un hueco y sino que lo hagas... te pases por mi blog... o por mi ano perruno, ya que, en mi última entrada, tengo una sorpresa para ti. besos desde un domingo lluvioso.

Anónimo dijo...

hey! me enkanto tu blog! realmente mucho mucho!

ke chistoso, apenas fui a ver las ballenas a baja california el año pasado, me gusta ladytron, la prohibida y tambien he ido a la sierra tarahumara y hablado kion menonitas jaja

debemos platikar- abrazos!

El Deme dijo...

Despues de los osos, mi animal favorito son las ballenas, pero esos espectáculos de ir a verlas en barcos y tal, a lo mejor no es lo mejor para ellas, pobrecillas, se tienen que asustar. Brigitte Bardot forever!!

@ELBLOGDERIPLEY dijo...

Bueno, la historia de la ballena varada es preciosa, evocadora, tiene algo de fantástico (sólo podría ser superada por una sirena real a lo lejos, pero las sirenas, en fín...son seres mitológicos...y las ballenas, ya casi se acercan por su escaso número)...
Todo ésto me recordó un poco, no sé porqué, a la escena tan surreal e impresionante de la ballena que mira por un ojo (rodada desde lo alto) de "Dr Akagi" de Shohei Imamura, una peli del 98. Esa escena es impresionante...Sólo he encontrado en el Tube el comienzo, no la escena de la ballena, que me hubiera gustado ponerte, por si no la hubieras visto...pero bueno, no todo está en el tube...
http://www.youtube.com/watch?v=-qPFefYdcWo
Lo que sí hay en el Tube ya, son versiones de Fangoria tocando y cantando (en Valencia, creo), el "Flash" de la Prohibida, pero sonido y grabación ambiental así, malilla, una pena...
Salvemos las ballenas que quedan, te apoyo.
Muchos abrazos

Santi dijo...

Pues que bien, deber la vida a una ballena; que siempre me han fascinado; tanto ellas, el modo en que pueden desaparecer, como el océano puede contenerlas y no notarse; a como hay gente que puede matar algo que les sobreviviría...

En fin...

Huummm, repito que me ha encantado la historia, hasta como llegaste a enterarte... suerte de tías, ehhh :) y misterio infinito de padres.

Un abrazo preguntándome qué es "korador"

G Santos dijo...

El destino.


Las casualidades son la sal y l apimineta de la vida.


Saludos, hermosísima historia, me recuerda una peli, no sé cuál, tal vez "Los Amantes del círculo polar", no sé.



Saludos!

Justo dijo...

Os agradezco mucho vuestros comentarios.
Bienvenida especial a Fermina -ven por aquí cuando quieras, me encanta tu blog, y tu forma de pensar- y a Manuel Kawamas, lo único bueno que tuvo el terremoto del 85 en México, que él le sobrevivió.
Y muchísimas gracias a Champy por la invitación, no sabes cómo me gustaría ir para allá; quién sabe, algún día.
Y voy a ver si veo el youtube, Ripley...