viernes, 7 de diciembre de 2007

NEIL YOUNG, UN FUERA DE SERIE


Tiene algo parecido a Woody Allen, y es el hecho de que cada año, con una pasmosa regularidad, nos obsequia con una película -un disco en su caso- que sabemos de antemano va a merecer la pena.

Con sesenta y dos años y más de cuarenta en la música, este rockero canadiense superó con creces el bache musical en que se vio sumido entre mediados de los ochenta y los noventa, y ha editado en los últimos años joyas discográficas como Prairie wind, Greendale, Are you passionate? o Silver and Gold, aparte de componer la banda sonora de la película Dead Man de Jim Jarmusch y ser el protagonista absoluto de los documentales cinematográficos Heart of Gold de Jonathan Demme y el maravilloso Year of the Horse, del mismo Jarmusch -que incluye Slip away, mi canción favorita de Young-, que supuso su relanzamiento oficial en el 97 y en el que se intercalan retazos de entrevistas, imágenes antiguas y actuales de una gira con su grupo fetiche, Crazy Horse.

En realidad de Neil Young soy un fan sobrevenido, no soy yo quien ha ido atesorando sus vinilos y sus CDS, sus vídeos, DVDs y entradas de sus películas, sino la persona que conmigo ha compartido su vida a lo largo de estos años. Pero esta situación equívoca es la que a veces nos sorprende, con el tiempo es probable que asumamos los ídolos de nuestras parejas hasta con mayor fervor que ellas mismas, y a mí ahora Neil Young me emociona tanto que no suelo escuchar un disco entero, no porque me canse, sino porque he de dosificar tanta intensidad, tanto sentimiento directo y tan profundo.
En mi opinión Harvest (1972) se mantiene como uno de los mejores discos de la historia de la música rock -o country, o folk norteamericano-, aunque no sea éste el único gran tesoro de esa primera etapa -Everybody knows this is nowhere, por ejemplo, tampoco tiene desperdicio-.

Pero, con todo, yo prefiero el Neil Young de ahora, que puede ser mastodóntico pero que conmociona porque se ha convertido en una fuerza de la naturaleza, en una rebelión constante contra los elementos del tiempo; tiene algo de extraordinario contemplar a este abuelo -yo, hasta ahora, sólo en vídeo: ojalá y actúe aquí en directo pronto- desplegar toda su energía con su grupo de rock en directo y sumirse en uno de esos trances que a él tanto le gustan, con canciones interminables que alcanzan la fuerza y el resplandor del rayo que te atraviesa el alma y que después vuelven una y otra vez a la carga, al mismo punto de partida, y consigue que queramos que nunca acaben, porque es como si -eso dice siempre JA- se hubiera hecho con la verdad divina o hubiera resuelto lo que hay que decirle a un dios cara a cara, y una vez conseguida tan preciada fórmula se resiste a desasirse de ella.
Y también está su otra faceta, la que podríamos llamar bucólico-pastoril, que nos sigue dejando piezas sublimes, no aptas para mentalidades impacientes o utilitaristas.

Y todo empaquetado y sellado con la marca de la casa, con la cuerda locura de aquel joven que un día se rebeló like a hurricane contra su padre y contra los valores impuestos y se juntó a tocar con sus amigos la guitarra, sumergiéndose de lleno en los fragores del momento y que mucho tiempo después permanece con ahínco en su empeño, con mucho más conocimiento y -esto es lo curioso- con mayor ímpetu si cabe, para compensar el vigor y la ingenuidad irremediablemente perdidas.
Como muestra de su último disco, Chrome Dreams II, en el que Neil ha grabado por primera vez canciones concebidas para un proyecto de los años 70 que finalmente no vio la luz, os dejo en la videoteca una maravilla que en el CD se extiende por más de dieciocho minutos: Ordinary people, es decir, gente corriente. Justo lo que él no es ni será jamás.

3 comentarios:

Fernado Palaio dijo...

Um ícone de muitas gerações que merce todas as homenagens!besos aqui de PORTUGAL.

Justo dijo...

Aparte de "Ordinary People" las dos últimas canciones del disco, "No hidden path" y "The way", que es como su continuación, te dejan sin aliento. La última está cantada con un coro de niños -o eso parece, aunque a lo mejor son mujeres-, me recuerda al Canto de los Bosques de Shostakovich.
Un abrazo fuerte, amigo, disfruta el fin de semana en tu bella ciudad

Fernado Palaio dijo...

Obrigado!Um bom fim de semana também para ti aí na belíssima MADRID!Besos.