domingo, 9 de diciembre de 2007

ME PASÉ EL DÍA SINTIENDO LOS AEROPUERTOS



Estoy intentando encontrar las palabras
que te cuenten lo que me pasa
cada vez que lo escucho
cuando las encuentre
serán todas tuyas
casi como yo.....
casi como yo.....

impotencia, ansiedad, melancolía
enojo, desconcierto, deseo, intensidad
me pasé el día sintiendo los aeropuertos...


(Ansiedad, PIRATAS, del CD Relax) -
Qué gran disco y qué estupendo grupo, aunque a mí sólo me interesen sus dos últimos trabajos, Ultrasónica y Relax, pero con eso es más que suficiente.
En su momento me impliqué con los fans de Piratas, participaba casi a diario en el Foro Pitufo -donde hice algún amigo- y en el Foro Lila, y tuve el honor de asistir al último concierto del grupo de Vigo -que nadie sabía que iba a ser el último, y que no fue en La Riviera, como se dice, sino en la sala Galileo, donde tocaron Relax de principio a fin y en el mismo orden del disco, y luego los grandes éxitos, entre ellos la gran El equilibrio es imposible.
Además fui yo quien compró la ¡última! camiseta de Ultrasónica al cierre del concierto, histórica camiseta por tanto, que aún me sigo poniendo porque es muy molona, tiene un dibujo con unos labios parecidos a los típicos de los Rolling, pero con un porro. Me interesa también lo que siguen haciendo estos chicos por separado: Iván Ferreiro -y su hermano Amaro- y Fon Román, y... pero eso será otro día, que hoy he de hablaros de los aeropuertos, aunque os dejo el vídeo de la canción: tenéis que verlo si vais a continuar leyendo, porque crea la atmósfera que se requiere.



LOS AEROPUERTOS Y SUS ESCALAS

Me fascina el trasiego de los aeropuertos, aunque me encuentre rendido, y de hecho me hubiera encantado trabajar como piloto, azafato, controlador aéreo o lo que fuera. Y aunque sean más cómodos los vuelos directos, no me disgusta en absoluto hacer escala porque así se duplica la ración aeroporteril y pueden surgir historias interesantes y porque no pierdo la ocasión de visitar la ciudad del transbordo -si da tiempo, y aunque salga por un ojo de la cara, qué le vamos a hacer-.
Así, hace unos meses viví unas horas breves pero intensas en Roma y en Milano, de camino a Malta. Y esta vez, en el viaje a Luxemburgo que ya os he referido, me tocó hacer escala en Amsterdam -donde no me dio tiempo a bajar- y en París.


PARÍS DESPREVENIDA
Ay París.. hacía mucho que no ponía el pie allí, aunque como se suele decir esa ciudad es un concepto mental y de alguna manera u otra se lleva en la cabeza.
Pero esta manera de arribar de buenas a primeras, a salto de mata, yendo casi al primer sitio que surja, es muy instructiva porque la imagen que descubres de la ciudad en absoluto es la turística con que te encuentras al planificar tu estancia, es como si la sorprendieras sola en su habitación, sin pensar que nadie la está mirando, desprevenida, sin prepararse ni maquillarse, tal como es un día cualquiera en una hora incierta... Aquí no cabe el efecto toureiffel del que hablaba hace tiempo Sánchez Ferlosio -el que se produce cuando una ciudad te devuelve la proyección que tú ya esperabas porque la has visto mil veces en televisión o por internet-.

LES GRANDS EMBOUTEILLAGES
Y me asustó un poco lo que vi y sentí, porque si bien el intervalo de tiempo de que disponía era bastante holgado la mayor parte se me fue en embotellamientos de tráfico de unas dimensiones para mí infernales -y eso que vivo en Madrid- y la radio del taxista que me tocó en suerte escupía retazos de un programa-tertulia-basura-chistoso de los que tanto se estilan en España -por cierto, hicieron referencia al caso del reality español que cuenta en su haber con una mujer asesinada tras recibir por sorpresa a su agresor, que tenía orden judicial de alejamiento, pidiendo clemencia: ¿no se puede encausar a realizador, guionista, presentadora y cadena que emite esta mierda?-.

Logré ver un ángulo de la Torre Eiffel que asomaba por una esquina, y los Campos Elíseos, y hasta tomé una cerveza en un club gay vespertino que os recomiendo: Le Bank, y dando un pequeño paseo de vuelta cogí con tranquilidad un taxi sin imaginar que el retorno iba a ser mucho peor y que me iba a ver obligado a implorar al taxista que acelerara -pero no podía porque era un atasco descomunal-, que perdía el vuelo, y al llegar por fin al ala de la terminal del gigantesco aeropuerto Charles de Gaulle, inicié una carrera desenfrenada preguntando a todo quisque ya no recuerdo si en mi francés avanzado o en qué idioma, que me dijeran directamente por dónde se iba a Madrid, que la hora de embarque se había pasado hacía tiempo, que perdía el avión con mi maleta dentro, que tuvieran compasión de mí.

L´HOMME DANS L´AVION: UNE PETITE HISTOIRE

Llegué, y recobré la calma tras respirar pausado durante un buen rato -no hubiera sido el primer avión que pierdo, pero me juré que no me volvería a pasar-. Al cabo de un tiempo me percaté de que a mi lado -pero con un asiento vacío de por medio- había un tipo tan extraordinariamente atractivo que no me atrevía a mirarle sino de refilón, por que no se diera cuenta de lo que pensaba, y porque no estaba seguro de si se trataba de algún proceso alucinatorio: a veces me pasan estas cosas, de hecho
todavía no sé si el médico que me atendió este verano en Berlín era o no real.

Pero no fui yo el único que se percató del panorama: una de las azafatas, la más mona -muy guapa, en realidad- no le quitaba ojo, y poniendo la oreja cuando sirvieron el refrigerio me percaté de que español no era o por lo menos no quería aparentar serlo -la pinta la tenía, se parecía a Rodrigo GH9, pero más hombretón, de una planta- ya que no respondió ni en castellano ni en francés, lo hizo en inglés. Por lo que fuera, este caballero moreno, de porte impecable con su vestimenta casual y extremadamente educado se dirigió varias veces a mí -se debió dar cuenta de mi expectación, y era una manera de decirme que no pasaba nada, que era una situación natural-, una de ellas para ofrecerme chicles que por supuesto acepté, en otra me ayudó a retirar la bandeja...

Como hubiera sido un cante pasarme el tiempo mirándole -pero habríais sentido lo mismo, era imposible escapar a ese magnetismo, como el canto de las sirenas volviendo loco a Ulises- me decidí por poner la vista en sus pies, así estaba como mirando hacia abajo y no se notaba mucho, y además me hipnotizaban sus zapas -y eso que a mí no me suelen gustar las deportivas- y supuse que tenía unos pies adorables, no podía ser de otra manera. De vez en cuando cerraba los ojos, y luego vuelta a lo mismo, hasta que inevitablemente Air France nos anunció que ya quedaba poco para aterrizar.

Entonces pasó a su lado la azafata y él le susurró algo que no alcancé a oír. Al poco tiempo ella volvió, se agachó junto a su asiento y parloteó con él unos instantes, de manera muy íntima, y aunque apenas distinguí lo que decían escuché lo suficiente para darme cuenta de que estaban quedando para después, dato que corroboré cuando un señor mayor -anglo- que había al otro lado del pasillo se dirigió a nuestro chico con el pulgar en alza, como diciendo, "tú sí que sabes: te la has ligado bien, a la más guapa, en un periquete y sin necesidad casi de hablar". Nuestro seductor acompañante devolvió el saludo con el pulgar y notoriamente satisfecho.
Poco después me recogía con delicadeza el abrigo, que estaba en el estante de arriba, y se despedía de mí con una mirada muy significativa: "Te agradezco el interés, pero.. no tenías nada que hacer", parecía querer decir. Era una cuestión de selección natural, me imagino. También el Príncipe Valiente, sin desdeñar por ello a su escudero, se hubiera ido con Aleta. Con su imagen todavía nítida, me sumergí decidido en el barullo de Barajas, contento también de regresar a mi ciudad.

((No, no le hice fotos, ni estoy seguro de que hubiera salido en ellas. Las ilustraciones, bellísimas, las saqué del sitio de internet À quelques blouzes de chez moi, no he logrado ver el nombre de la autora, a quien agradezco su gentileza. El resto de imágenes sí son mías, as usual)).

2 comentarios:

Fernado Palaio dijo...

como sempre passei por teu blog,muita viagem é sempre positivo para quem gosta de viajar!besos

Justo dijo...

Sí, aunque dicen que los viajes que cuentan son los interiores: pero se pueden combinar las dos cosas, y es lo que yo procuro hacer.Um abraço