
El cine francés actual se basa en la negativa a simplificar los dilemas morales de un mundo en cambio permanente. Carlos Losilla, Cahiers du Cinema España.
LE TEMPS QUI RESTE.
(El tiempo que queda). François Ozon, 2005.
Melvil Poupaud, Jeanne Moreau, Valeria Bruni Tedeschi.
Cine Doré, Filmoteca Española, Madrid.
Segunda parte de una trilogía de Ozon sobre la muerte -tenemos también recientes la extraordinaria Son frère, de Patrice Chèreau, sobre el mismo asunto, y My life without me de la Coixet-, aborda la cuestión sin tapujos y desde el principio.
Un joven profesional de éxito ha de enfrentarse a una sentencia segura de muerte en unos meses, quizá unas semanas.


Este joven -Melvil Poupaud, los adictos a Rohmer os acordaréis de él por el Cuento de Verano; y su madre es aquí Marie Rivière, la protagonista de El rayo verde- es para más señas gay, aparece despojado de sentimientos profundos, inmerso en el entorno cruel de la vida urbanita más trepidante -es como el reverso del buen homosexual del que habla a veces Pombo-.
¿Cómo reaccionará?
Merece la pena descubrirlo en esta película que nos ofrece algunos instantes de oro, como aquellos en los que crepita la vieja y gloriosa Jeanne Moreau, o el ménage à trois con la guapa Valeria Bruni Tedeschi y su maridote. Y la despedida con la hermana: me puse tan nervioso, por no llorar, que me dio un calambre horrible en la pierna.
LES TEMPS QUI CHANGENT.
(Otros tiempos). André Téchiné, 2004.
Catherine Deneuve, Gérard Depardieu, Gilbert Melki, Lubna Azabal y Malik Zidi.
Cine Doré, Filmoteca Española, Madrid.

Penúltima película de este querido director, preocupado por la ambigüedad latente en las relaciones familiares, los conflictos de identidad sexual, los procesos de acogida e integración de inmigrantes, los desiguales recursos emocionales y materiales de que disponen las personas para encontrar su camino.
Es Techiné un director sutil y de matices, pero no intrincado ni cargante, ni efectista. La lectura de sus películas es, a pesar de su rigor, sencilla y agradecida, como beber un vaso de agua fresca teniendo sed.
En esta ocasión juntó de nuevo para la gran pantalla nada menos que a Catherine Deneuve y Gérard Depardieu -los dos fabulosos, nunca le había visto a él tan contenido, lejos del histrionismo en que a veces se ha regodeado-.

Rodada en Tánger -igual que Lejos, donde se lucía nuestro efebo de Los juncos salvajes, Stéphane Rideau-, aborda, entre otros temas, la viabilidad del amor romántico en la madurez o la diferente concepción del sentimiento y el sexo entre europeos y marroquíes -¡atención a la escena con los perros!-.
Muy Téchiné todo -¡tengo aún pendiente la última, Los testigos!-.
LA FILLE COUPÉE EN DEUX.
(La chica cortada en dos). Claude Chabrol, 2007.
Ludivine Sagnier, Benoît Magimel, François Berléand, Mathilda May.
Cines Princesa, Madrid.

El problema es que los tiempos de Una chica y un señor -clasicazo kitsch de la pre-transición donde Pedro Masó dirigió a Ornella Muti- quedaron atrás, y el romance de la todavía casilolita Ludivine Sagnier con el demasiado curtido François Berléand no tiene credibilidad ninguna, por muy intelectual que él aparezca -como no la tiene la mujer sufridora que le ampara, y menos en Francia-.
Me cuesta decirlo -porque sigo a este longevo y personal director y casi siempre me interesa, a veces me maravilla: La ceremonia, sobre todo- pero éste me parece uno de sus films menos destacables, y eso que deslumbra en su interpretación de cretino integral el sexy Benoît Magimel -¡aunque aquí está horrible!, muy a tono con el papel, me recordó al Vincent Cassel de Promesas del Este-.
