Considero una gran suerte haber sido niño en las postrimerías del franquismo y adolescente en los años de transición. Porque mis ojos -inocentes- aprendieron a mirar en ese contexto de ebullición continua, de eclosión de vida, en una sociedad acomplejada que aspiraba, sin embargo, a todo.
Nada había que perder y muchísimo por ganar, los modelos de vida se cuestionaban, los extremismos se entrecruzaban generando destellos originalísimos y efímeros que a mí me marcaron para siempre.
Pasé de ser un niño introvertido y soñador, con un complejo mundo interior, a un chaval cariñoso y comunicativo pero profundamente inconforme, presto a bailar en la cuerda floja, y con el privilegio de poder contrastar a diario los mundos tan diferentes que se desplegaban ante mí en casa, en la calle, en el instituto, en televisión. Era el universo entero lo que se adivinaba por delante, como cuando Alicia entrevé desde una puerta aquel vastísimo jardín... claro que en eso influía la edad, pero no sólo... a pesar de que en aquella época tanto se hablaba de desencanto, los sobresaltos y abjuraciones no conseguían borrar la ilusión colectiva, de eso estoy seguro.
Desde entonces he intentado con mayor o menor fortuna ser leal al espíritu que se me fue forjando en esa época... y por eso puedo decir que en este momento -y desde hace ya años- más que el desánimo, es la desolación la que me invade al mirar alrededor y ver el panorama en que nos movemos.
A veces al visitar determinados países o ciudades con menor nivel de renta que el que hemos tenido estos años, siento un flechazo súbito, y pienso: "Hay algo que me recuerda a cómo éramos los españoles hace treinta y tantos años". O, sin salir de Madrid, cuando a veces decimos, por ejemplo, "en este barrio los vecinos aún tienen algo del carácter abierto, resabiado y dicharachero que tenían antes los madrileños en general".
A día de hoy, con la cultura reducida a cenizas y sin presencia en casi ningún medio de comunicación -y cuando la tiene suele reducirse a propaganda-; con la educación encaminada progresivamente hacia el clientelismo, tras el esfuerzo enorme que supuso edificar un sistema democrático y de calidad -por no hablar de la extrema dificultad de llevarla a cabo, dados los modelos sociales con que se bombardea a los alumnos-; con todo atisbo no ya de crítica sino de diálogo totalmente al margen del establishment y con el periodismo convertido en una jauría peligrosa de perros con bozal -salvo honrosas pero escasísimas excepciones-; con la tremenda perversión que ha supuesto el hecho de que un derecho básico como el acceso a la vivienda se haya convertido en el principal foco de especulación de mercachifles, carroñeros y delincuentes de guante blanco, me pregunto qué nos falta a algunos para enrolarnos en una rebelión en todos los órdenes, integral...
...recuerdo un eslogan que me encantó de una campaña del PCE en la transición, Para que nada se pare... que jugaba con la idea de luchar contra el paro y de mantener las reformas democráticas a un tiempo. Pues bien, `Para que nada se pare´ es el lema que me estoy aplicando a diario al ejecutar ciertos ritos que siempre han formado parte de mi vida y que no puedo evitar observar en peligro de extinción, tal es el temor que siento hacia el lugar incierto al que nos encaminamos...
Por ejemplo, para que nada se pare entro en una tienda pequeña de cómics y les compro algo por pura militancia, para que sigan saliendo adelante; para que nada se pare procuro dar mis clases con el máximo mimo y celo del que soy capaz, intentando transmitir lo mejor que tengo de mí a mis alumnas y alumnos; para que nada se pare intento disfrutar de los pequeños momentos compartidos con la gente que quiero, instantes que tienen un poderoso valor en si mismos; para que nada se pare participo en las protestas y manifestaciones y encierros, y hasta he llegado a dormir en mi centro de trabajo, tirado en un saco como cuando tenía dieciocho años; para que nada se pare me niego a desperdiciar un minuto de mi tiempo observando las telebasuras -¡que las pongan de pago, ya!- y procuro, sin embargo, difundir al máximo los buenos espacios que nos quedan, como los de Radio Nacional en sus distintas modalidades; para que nada se pare intento dar cada vez menos importancia al dinero, regalo el que me sobra, una vez satisfechas mis necesidades vitales.
CECILIA INÉDITA, TAN VIVA
No sé lo que pensaría Cecilia de su querida España si levantara la cabeza. Pero me temo que no le agradaría mucho la situación. En estos días, treinta y cinco años después de su muerte, se ha publicado un disco que recoge actuaciones en directo que permanecían inéditas y que es una gozada... y hemos sabido que, aparte de la estúpida censura política que sufrió en su época -le hicieron, por ejemplo, sustituir en Dama, dama el verso Puntual cumplidora del tercer mandamiento, algún desliz en el sexto por algún desliz inconexo o le prohibieron cantar Mi querida España, esta España muerta: aunque ella en directo lo rimaba como le daba la gana-, sufrió y sufre otra censura que a mi juicio es aún peor, la económica.
Porque ya en su momento su casa de discos, la poderosa CBS, no le dejó grabar versiones en inglés arguyendo que no eran comerciales, o le impuso productor para edulcorar sus canciones. Lejos de atemperarse, esa censura está más presente hoy que nunca.. y así, no había en 2011 sello que publicara un disco inédito de Cecilia, pensando que no va a producir beneficios... esos son los botarates y los cantamañanas que se han cargado la industria del disco.
Menos mal que la querida casa Ramalama se ha atrevido y nos ha dado este precioso regalo, que os recomiendo a todos... Cecilia en estado puro, como la vemos en el mítico programa A su aire, una de cuyas canciones ya homenajeamos en Korador, Me quedaré soltera...
Hoy quiero recordar, precisamente, la canción con la que se abrió ese programa, que para mí es un himno, y que resume bien el espíritu que reinaba o que al menos yo creía percibir en la época en que fui niño y adolescente. Caminante no hay camino, se hace camino al andar... yo no sé lo que es llegar, ojalá regresemos a esa filosofía, Cecilia, te quiero, te querré siempre...
ANDAR / CECILIA
Aunque el camino sea estrecho,
El polvo se pegue al cuerpo,
Aunque los vientos me arrastren,
Sigo mi senda sin lastre
Andar como un vagabundo,
Sin rumbo fijo, sin meta,
A vueltas de veleta,
Al soplo del viento al azar,
El caso es andar
El caso es andar
No me pertenece el paisaje,
voy sin equipaje por la noche larga,
Quiero ser peregrino por los caminos de España
Quiero ser peregrino por los caminos de España
No me propongo destino,
No quito puestos a nadie,
Porque mi puesto es el aire,
Como el olor del buen vino
Sabiendo que nunca es tarde,
Mi pie siempre en el estribo,
Y cada paso que piso,
Un paso menos que dar,
El caso es andar,
El caso es andar
No me pertenece el paisaje,
voy sin equipaje por la noche larga,
Quiero ser peregrino por los caminos de España,
Quiero ser peregrino por los caminos de España
No dejo rastro ni huella
Por no ser ni soy recuerdo
Yo paso haciendo silencio
sin ser esclavo del tiempo
Por límite el horizonte
Y por frontera la mar
Por no tener ni tengo norte
Yo no sé lo que es llegar
El caso es andar
El caso es andar
(La foto de apertura es de la película Secretos del corazón, de Montxo Armendáriz (1997); el niño que se asoma es Andoni Erburu).