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Los genios `buenos´ griegos eran divinidades protectoras |
Igual que para calificar una película evito utilizar la definición de `obra maestra´, porque al decirlo concluimos que no cabe discusión posible, excluyendo de alguna manera la visión de los demás -y porque casi prefiero lo imperfecto, tanta redondez me abruma-, hay una palabreja que prefiero eludir a la hora de referirme a los artistas: la de `genio´.
¿Qué es un genio? Una persona con un talento extraordinario, casi sobrehumano, que se eleva muy por encima del común de los mortales para legar una obra inconmensurable. O eso es al menos lo que se quiere decir cuando se utiliza. Al margen la palabra va también asociada, a veces, con un estilo de vida o personalidad un tanto excéntricos, diferente al del resto, que puede traducirse en vestimentas descuidadas o extravagantes o en ademán despistado y revueltos cabellos, como de científico locuelo. Y entonces, ¿quiénes son los genios?
Los genios son tan variados como la sensibilidad de quien los percibe. Pero el común de un país suele coincidir a la hora de ungir a estos santos varones -porque suelen ser hombres los afortunados, no recuerdo ninguna mujer de la que se diga que es `genio´: menos mal, porque si no ya estaría circulando por ahí la palabra `genia´, qué mal suena-. Por ejemplo, yo he oído varias veces ya que Alejandro Amenábar es un genio, y quien lo dice espera encontrarse con la aquiescencia de quienes le rodean -no con la mía, desde luego, que abro los ojos como platos cada vez que oigo eso-.
¿Qué cabe esperar de alguien cuando es un genio? Algo celestial, me imagino, con no mucho sentido del humor, porque si es excelso no hay que andarse con muchas bromas... O que transite por un universo paralelo no reconocible del todo para el resto de los mortales, pero que adivinamos risible o hasta ridículo, quijotesco, como sucedía con Eugenio Salvador Dalí, quizá el artista español contemporáneo que más veces ha sido tildado, ya en vida, de genio andante.
Y yo me pregunto: ¿Dalí era un genio? ¿O era la
pose de genio que él tantísimo cultivó lo que motivaba que todo el mundo le calificara como tal? Sea lo que fuere, el común de las masas le rinde tributo aquí y en Pekín, como demuestran las multitudinarias colas que estos días se registran en el Museo Reina Sofía. Por cierto, vaya cruz que le cayó al pobre con esa horrenda canción que le dedicara Mecano al final de sus días, con una de las letras más pretenciosas y cursis de todos los tiempos -recuerdo también como si fuera hoy la televisada presentación del primer disco de Nacho Cano en solitario, cuando la mayoría de los invitados calificaban al pequeño de los Mecano como un
genio de la música-.
`EUNGENIO´ SALVADOR DALÍ / MECANO
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Con San Woody, en Oviedo |
Yo no quiero que mis favoritos sean genios. No me escucharéis decir que David Lynch o Woody Allen -otro al que le han colgado el sambenito- o Almodóvar, por ejemplo, lo sean, porque lo que más me interesa de ellos es la búsqueda, la curiosidad, las imperfecciones, que estén siempre doblando los recodos de un río, a la captura de algo que no se sabe bien lo que es porque siempre se escapa de las manos.
Y en cualquier caso, para hablar de un genio, yo pondría al menos dos condiciones. Una, que haya transcurrido mucho tiempo, para poder juzgar sin ningún tipo de acaloramiento condicionado por circunstancias recientes, la obra en cuestión. Y dos, en el caso de las Artes -la Ciencia es otro cantar- yo hablaría no sólo pero sí preferentemente, de Música, porque la música es sin duda y como tantas veces se ha dicho, el arte más puro, el que nos remueve el Alma, si es cierto que existe tal entidad, o el que nos hace retorcernos de dolor o de ansia de belleza y de perdurabilidad anhelando que exista ese Alma.
Por ejemplo, si me dijeran que citara a quien yo considero un genio sin pensarlo dos veces, me saldría el nombre de Johann Sebastian Bach. Y a propósito de la Música, recuerdo los párrafos sublimes de Marcel Proust, en las páginas finales de
Un amor de Swann, cuando Swann escucha en un acto social la música que identifica con el desdichado y obsesivo amor que le une a Odette, concretamente la Sonata de Vinteuil:
" (...) el campo que le abre al pianista no es un mezquino teclado de siete notas, sino un teclado inconmensurable, desconocido casi por completo, donde aquí y allá, separadas por espesas tinieblas inexploradas, han sido descubiertas algunos millones de las teclas de ternura, de coraje, de pasión, de serenidad que lo componen, tan distintas entre sí como un mundo de otro mundo, por unos cuantos grandes artistas que nos han hecho el favor, despertando en nosotros la equivalencia del tema que ellos descubrieron, de mostrarnos la gran riqueza, la variedad oculta, sin que nos demos cuenta, en esa noche enorme, impenetrada y descorazonadora de nuestra alma, que consideramos como el vacío y la nada. (...)
SONATA PARA VIOLÍN Y PIANO
DE CESAR FRANCK, MOVIMIENTO 1
Violín: Dmitri Zemtzov
Piano: María Teresa Frenk
Concierto en el periódico El Informador
Guadalajara, Jalisco, México, junio de 2004.
(EN ESTA SONATA SE INSPIRÓ PROUST CUANDO HABLABA DE LA DE VINTEUIL)
Y sigue, refiriéndose al efecto que esa música -se refiere a ella como `la frase´ según la traducción de Pedro Salinas- produce en el ánimo de Swann:
"(...) Hasta cuando no pensaba en la frase seguía latente en su ánimo, lo mismo que esas otras nociones sin equivalente, como la de la luz, el sonido, el relieve, la voluptuosidad física, etc., que son los ricos dominios en que se exalta y se diversifica nuestro reino interior. Quizá los perdamos, quizá se borren, si es que volvemos a la nada; pero mientras vivamos no nos queda otro remedio que darlos por conocidos (...) Su suerte estaba ya unida al porvenir y a la realidad de nuestra alma, y era uno de sus más particulares y característicos adornos. Acaso la nada sea la única verdad y no exista nuestro ensueño; pero entonces esas frases musicales, esas nociones que en relación a la nada existen, tampoco tendrán realidad. Pereceremos; pero nos llevamos en rehenes esas divinas cautivas, que correrán nuestra fortuna. Y la muerte con ellas parece menos amarga, menos sin gloria, menos probable".
Y leyendo en trance estos párrafos de Marcel Proust, cuyo sentido me recuerda al "polvo serán, mas polvo enamorado" que cantara Quevedo, me pregunto si esta exaltación y definición de ese algo inaprehensible que produce en nosotros la música no es en sí misma, también, una genialidad del escritor francés.
(Ayer debería haber unificado las celebraciones, pues eran 700 entradas pero hoy el blog cumple seis años... bah, no hace falta que me felicitéis).